La viabilidad exige perder el miedo a las reformas
Los cambios en el sistema de pensiones no son fáciles de hacer. Pero los responsables de la Seguridad Social deberán afrontarlos cuanto antes
Quién le pone el cascabel al gato? Es lo que se han preguntado todos los Gobiernos desde principios de los noventa a la hora de reformar el sistema de pensiones. Desde luego, tomar medidas, para garantizar el futuro del sistema, que podrían endurecer el acceso a las pensiones de algún colectivo de trabajadores, no es lo más popular que puede hacer un gobierno.
De hecho, todos ellos, ya hayan sido del PP o del PSOE, se han escudado, primero en no usar las pensiones como un arma electoral y, segundo, en no tocar el sistema si no es con absoluto consenso parlamentario. Esto, unido a los continuos superávit que registra la Seguridad Social, está retrasando la adopción de medidas que garanticen el futuro de las pensiones.
Paradójicamente, todos los agentes políticos y sociales implicados coinciden en que deberían aprovecharse los años de bonanza del sistema para reformarlo. Pero nadie se atreve. Muchos millones de votos están en juego.
Sin embargo, los que deberían plantear estas reformas tendrían que perderles el miedo si quieren, de verdad, garantizar el futuro de incluso sus propias pensiones. Es más, no sería tan difícil 'vender' estas reformas si se hacen con muchos años vista. Es decir, si es necesario endurecer el acceso a determinadas pensiones, exigiendo mayor cotización, por ejemplo, esto se haría a medida que los trabajadores entran en el mercado de trabajo. Con ello, el recorte sería sobre las expectativas de pensión y no sobre un derecho ya generado durante años.
En cualquier caso, hay reformas inaplazables. Una es la ampliación progresiva del número de años que se tienen en cuenta para calcular la pensión. Los altibajos en las carreras de cotización de casi todos los trabajadores a lo largo de su vida laboral, así lo exigen. Asimismo, los Gobiernos deberán analizar si se siguen aumentando las pensiones mínimas de aquellos que no han contribuido lo suficiente, porque con ello desincentivan la cotización.