Evasión fiscal internacional
El fraude fiscal detectado en Alemania, a partir de un DVD con datos del banco LTG de Liechtenstein comprado por los servicios secretos de Berlín, puede ser sólo la punta del iceberg de un gigantesco engaño internacional a Hacienda. Hasta ahora se sabía que un número indeterminado de fortunas alemanas crearon fundaciones en el pequeño principado centroeuropeo para evadir impuestos. Pero ayer el director general de la Hacienda sueca, Mats Sjöstrand, hizo saltar la liebre al explicar que las investigaciones afectaban al menos a otros ocho países. Lo que hasta ahora se consideraba el mayor caso de evasiones fiscales de la historia de Alemania amenaza con extenderse internacionalmente como una gran mancha de aceite de consecuencias imprevisibles.
Las Administraciones tributarias de España, Australia, Canadá, Francia, Italia, Nueva Zelanda, Suecia, Reino Unido y EE UU, entre otros países, ya están trabajando también de manera coordinada tras descubrirse las cuentas y depósitos con propósitos evasores de Liechtenstein. Según la Agencia Tributaria española, investigaciones como ésta confirman la necesidad de estándares de transparencia e intercambio efectivo de información sobre las operaciones con paraísos fiscales, una necesidad recogida en el Foro de Administración Tributaria de la OCDE. Con independencia de la compatibilidad de la maniobra de Berlín con la etiqueta de las relaciones diplomáticas, lo cierto es que el preciado DVD puede desencadenar una saludable cruzada internacional contra la evasión fiscal en el frente que sea.
Las arcas de los países de la UE pierden millones de euros cada año por los agujeros fiscales de dentro y fuera del club. Una hemorragia insolidaria más intolerable cuando la renta del trabajo cae en proporción al PIB en la mayoría de los países. Europa ya intentó frenar la huida de capitales con la directiva sobre fiscalidad del ahorro de los no residentes, que desde hace dos años y medio impone a la banca la obligación de informar al país de origen del cliente o aplicarle una retención. Pero la ley nació agujereada tras años de resistencia de los países que, como Luxemburgo o Austria, conservan aún el secreto bancario. El principal fallo es su aplicación exclusiva a los rendimientos del capital de las personas físicas, dejando fuera vehículos como las fundaciones. Cinco países europeos extracomunitarios (Suiza, Andorra, Mónaco, San Marino y Liechtenstein) mantienen esa opacidad y se limitan a aplicar una retención a sus clientes, que remiten en parte a su país de origen, pero garantizándoles el anonimato.
Los datos en poder de la Comisión Europea parecen indicar que el paraíso fiscal ubicado entre Suiza y Austria se ha convertido en el último búnker de los evasores. Bruselas debe aprovechar esta embestida para refinar los controles dentro y fuera de sus fronteras y tapar los agujeros legales que fomentan la insolidaridad fiscal y la economía sumergida. Una Unión de 500 millones de habitantes tiene músculo suficiente para disciplinar las rémoras financieras más cercanas que intentan engordar a base de albergar a defraudadores. Alemania ya ha pedido que el caso se discuta la próxima reunión de los ministros de Economía y Finanzas, pero el asunto debía elevarse al Consejo Europeo. Es un asunto capital que requiere medidas de fondo.