Estadística, política y juegos malabares
Hay mentiras, asquerosas mentiras y estadísticas'. La frase se atribuye al inglés Leonard H. Courntey, presidente de la Royal Statistical Society a finales del siglo XIX, e ilustra el carácter voluble de una ciencia, la estadística, que se presupone neutral, pero que en manos de los interés partidistas se parece a los juegos malabares. Eso quedó patente en el debate entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Ambos candidatos esgrimieron gráficos, números y estadísticas oficiales que, a pesar de ser veraces, mostraban una realidad antagónica que invitaba a la confusión. Así, Zapatero argumentó que durante su legislatura, la inflación media había sido del 3,2%, por debajo de la última legislatura de Aznar. Zapatero, con esta fórmula -tomando de referencia los últimos cuatro años- logró difuminar y omitir la alta inflación de los últimos meses. El candidato socialista no mintió, como tampoco lo hizo Rajoy cuando le recordó que el IPC en 2007 había subido un 4,2%, uno de los peores datos de la década.
Entre la multitud de datos estadísticos que publica el INE, Eurostat, el Inem y más organismos oficiales, casi siempre cabe la posibilidad de encontrar números que sirvan a una u otra teoría y, a la vez, contribuyan a sembrar la confusión entre la audiencia.
Cuando se tocó el tema del paro, Rajoy lanzó una frase antológica: 'Cuando nos fuimos del Gobierno (marzo de 2004) había dos millones de parados y ahora hay 2.200.000 parados'. A pesar de que Rajoy redondeó los datos -en marzo de 2004 había 2.181.546 desempleados- la frase no deja de ser cierta. Pero cualquier alumno de bachillerato un poco avispado sabe que operar con números absolutos como hizo Rajoy induce a errores y supone un burdo mecanismo de maquillar la realidad. Si bien es verdad que el número de parados ha crecido, más lo ha hecho el grupo de personas activas. Así, la tasa de paro -que permite comparar la situación laboral actual con la pasada y con la de otros países- descendió.
En cualquier caso, ambos candidatos demostraron que saben manejar bien las cifras, sobre todo aquellas que cimientan sus intereses. Y en último término queda el espectador perplejo, embriagado de datos estadísticos que lejos de servir para interpretar la realidad, aumentan la incertidumbre.