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Tribuna
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Rusia y la seguridad energética europea

Afinales del año pasado la compañía holandesa Gasunie firmó en Moscú su incorporación al consorcio propietario del Gasoducto del Norte de Europa (GNE). De esta manera, el gestor del gasoducto pasa a tener cuatro socios: Gazprom (Rusia) con el 51%, BASF y E.On (Alemania) con el 20% cada uno y Gasunie con el 9%.

Dentro del acuerdo también se ha incluido la condición de que Gasunie cediera a Gazprom el 9% del gasoducto Balgzand Baston Line (BBL), que unirá Holanda con Gran Bretaña. Asimismo como respuesta a la relativa buena marcha de construcción del gasoducto, la compañía germana RWE ha sacado a la luz su plan de crear una extensión hasta Chequia. Paralelamente, la gasista holandesa Essent considera la incorporación de Gazprom en la construcción de una terminal de licuefacción de gas en Holanda. Así pues, el nuevo gasoducto llevará directamente el combustible azul a Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Gran Bretaña y Chequia.

La incorporación del socio holandés al consorcio del gasoducto da mayor solvencia financiera al proyecto de manera que se estima que en 2010 podrá entrar en funcionamiento, al tiempo que elimina los obstáculos legales que aparecieron en Alemania a finales de octubre. Pero quizá el impacto más importante de la nueva incorporación se refleja en el ámbito energético y político. En términos energéticos, el norte y este de Europa tendrán garantizado su abastecimiento desde Rusia, mientras que el sureste puede padecer distorsiones por las inestabilidades en el norte de África.

Adicionalmente, el distinto aprovisionamiento energético entre ambas partes de Europa acentuará la ausencia de coincidencia en una visión sobre seguridad energética que puede transformarse en una fuente de conflictos internos en la UE. La entrada en funcionamiento del GNE, sorteando el territorio de Polonia, debilita la capacidad de negociación de este país y su capacidad de influir sobre los asuntos europeos, pero no sus posibilidades para obstaculizar la toma de decisiones, como ha quedado patente con la imposibilidad de iniciar las conversaciones sobre un acuerdo global de colaboración UE-Rusia.

En términos políticos, este acuerdo significa permitir la entrada de Gazprom en infraestructuras de transporte en Europa y facilitar el acceso al consumidor final, aspectos que contradicen las pretensiones expresadas recientemente por la Comisión. Así pues, se pone de manifiesto que parte de las grandes empresas de energía europeas, junto con sus países de origen, están jugando a una política de hechos consumados para mantener su dominio sobre el mercado energético europeo. En concreto, Alemania está ganando aliados políticos, en este caso Holanda y probablemente Chequia, para paralizar las propuestas de la Comisión sobre reforma en el sector energético. Adicionalmente, con el acuerdo firmado, se avanza en la línea de transformar en obsoleta la idea de la Comisión de frenar la entrada de Gazprom en las redes de transporte y su acceso directo a los consumidores. Por tanto, el GNE se está estableciendo en un mecanismo para aglutinar a países de la UE en contra de la nueva normativa energética que trata de aplicar la Comisión.

Con el trasfondo de la creciente proyección del gas ruso sobre Europa y los problemas españoles con el norte de África ¿Cuál es la actitud que debería llevar hacia delante España? Sin entrar a discutir el origen de los problemas DE las relaciones energéticas entre España y Argelia, la realidad es que el país africano, primer proveedor de gas de España, está perdiendo su calidad de suministrador seguro. En este contexto, la necesidad de nuevos abastecedores que diversifiquen el riesgo de suministro es una tarea esencial. Dada la creciente multiplicación de relaciones entre varios países de la UE y Rusia, este país aumenta su condición de suministrador seguro. Teniendo en cuenta las prioridades rusas de ampliar su oferta de gas licuado a través del norte y desde el Mar Negro, el Gobierno y las compañías españolas (Gas Natural y Repsol) deberían considerar el incremento de las relaciones con Rusia. Dentro de los aspectos energéticos, se debería comenzar a diseñar la adquisición de gas ruso, participar en plantas de liquefacción en Rusia o incorporarse a la explotación de yacimientos.

Antonio Sánchez Andrés Profesor del Departamento de Economía Aplicada. Universidad de Valencia

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