A la espera del caballero blanco
En las últimas semanas se ha generado un debate de cierta altura sobre la capacidad de la economía mundial de soportar una recesión en Estados Unidos, sin que ello provoque un efecto en cadena, de contagio, que acabe por provocar una recesión de tintes mundiales. Cada vez se pone menos en duda la posibilidad de que EE UU entre en recesión, lo que está en el aire es su intensidad.
En los últimos años, los mercados emergentes han ganado un papel preponderante para el crecimiento mundial, gracias a que han sabido aprovechar los años de bonanza para reestructurar sus balances e impulsar su demanda interna; hoy en día son, por tanto, menos dependientes del devenir económico de las grandes potencias de lo que lo eran hacen unos años.
Pero no significa que estas economías sean compartimentos estancos a las que no les afecta lo que sucede en el resto del mundo. Más aún en una economía cada vez más globalizada. En un informe elaborado esta semana, HSBC cifra en un 16% las exportaciones de los mercados emergentes a Estados Unidos, frente al 25% de 2001. No siendo, por tanto, totalmente inmunes al empeoramiento de EE UU, cabe preguntarse hasta qué punto pueden estos países hacer las veces de caballero blanco de la economía mundial. Y ahí comienzan las discrepancias y los condicionantes.
Numerosos economistas opinan que los países emergentes no saldrán indemnes ante una recesión severa de EE UU. 'Si la demanda de Estados Unidos y Europa de productos manufacturados chinos desciende, la economía china no podría mantener el intenso ritmo de crecimiento de sus exportaciones, lo que afectaría negativamente al crecimiento, reduciendo la demanda de materias primas y afectando, por tanto, a países como Brasil y Rusia', explica HSBC.
Otra cosa es que las acciones de rescate llevadas a cabo por la Reserva Federal y el Gobierno estadounidense logren evitar el escenario más negro, dando lugar a una recesión leve y a un periodo posterior de desaceleración. Ahí sí, dicen los analistas, los emergentes podrían jugar un papel determinante.
Así que la clave no está en saber cuándo entrará EE UU en recesión, sino cuál será su intensidad. No es el cuándo sino el cuánto.