Batalla eléctrica: la flecha está en el arco
Cómo se explica que la compra por parte de æpermil;lectricité de France (EDF) de sólo un 2,99% de Iberdrola en derivados haya provocado una catarsis mayor que la de cualquier opa que se recuerde, con una apreciación de las acciones de la eléctrica del 33,5% desde que se conocieran los hechos, a través de CincoDías, el pasado 24 de enero. En el reciente caso de Endesa, fueron necesarias dos opas para que sus acciones alcanzaran semejante incremento.
La situación resulta más vertiginosa si se tiene en cuenta que la tímida incursión de EDF no ha sido aún reconocida formalmente por el grupo francés, que se ha limitado a repetir que no es 'accionista de Iberdrola'. Efectivamente, en honor a la verdad y frente al ojo vigilante de la CNMV, la compañía sólo es derivadista. Tampoco la paternidad de la operación que subyace tras la patita del coloso francés ha sido asumida ni por el principal accionista de Iberdrola, ACS, con casi un 15% del capital entre acciones y derivados, ni por el Gobierno español. Bien es cierto que, en este caso, sólo al presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, se le podría acusar de complicidad.
Los argumentos para explicar la convulsión son abundantes: la chispa se ha encendido en pleno crac bursátil por lo que las acciones de Iberdrola han sido pasto de la volatilidad y las garras de los hedge funds, pero, el más importante, es la creencia firme de los inversores en que la operación de toma de control de Iberdrola no tiene vuelta de hoja (como dice el adagio: 'Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir') y el mercado la estaba esperando, aunque, eso sí, para después de las elecciones. A esta fe han contribuido la tibia reacción del Gobierno y el largo silencio del Partido Popular (¿tan alargada es la sombra de ACS?), que, frente a la virulencia con que reaccionó tras las opas sobre Endesa, parece haberse rendido a la entrada de EDF en Iberdrola.
La compra de sólo un 2,99% de Iberdrola por EDF ha creado una convulsión mayor que la de una opa
Queda por ver si el reparto de la eléctrica entre la francesa y ACS se pacta antes o después del desembarco
Si el Gobierno, la oposición y el principal accionista de Iberdrola se han aliado para dar entrada al capital público galo y los inversores siguen esperando con avidez una opa, sólo queda, amén de factores azarosos, un obstáculo a la vista: la oposición decidida de su presidente, Ignacio Sánchez Galán. Sin embargo, frente al de Endesa, Manuel Pizarro, que, como el devenir ha demostrado, contaba con el apoyo del PP, el de Iberdrola se encuentra prácticamente en soledad.
Galán se ha granjeado la antipatía de sus colegas eléctricos; de sectores del Gobierno; del PP e, incluso, de sus propios accionistas (tal es el caso, bien documentado en las hemerotecas, de ACS). Y, aunque ha intentado tejer una malla accionarial con multitud de cajas de ahorro y otros inversores relevantes (como Alicia Koplowitz o el banco Santander), el resultado ha sido el de una débil estructura que ha empezado a tambalearse con la crisis bursátil (Koplowitz y algunas cajas han reducido casi toda su posición en la eléctrica). En los primeros días, Galán sólo obtuvo el apoyo del presidente de Unesa, Pedro Rivero al que más tarde se sumó la BBK, su segundo accionista, que parece jugar entre el interés económico y el temor a perder una eléctrica emblemática con sede en el País Vasco. Finalmente, el sábado el líder del PP rompio e silencio con escueto apoyo.
Operación rápida
A la vista de lo ocurrido con la batalla por Endesa y, pese a lo que ésta ha supuesto de lección, en una operación tan compleja como la que se avecina sobre Iberdrola, no se puede despreciar ningún factor exógeno: una batalla judicial imprevista por parte de Galán, que tiene como secretario general al 'taimado abogado' Julián Martínez-Simancas, según le califican en el sector, o la incursión de otros inversores, como Eon u otras empresas españolas, que podrían entorpecer los planes de EDF.
Nadie duda de que la entrada de ésta forma parte de una operación por el control de Iberdrola, aunque sigue siendo una incógnita si sólo pretendía tomar posiciones furtivas con vistas a un desembarco en marzo o si, tras el abaratamiento de las acciones, lo ha querido acelerar. Los partidarios de la operación creen que la francesa debería actuar con rapidez para frenar las especulaciones, las mismas que quiere sortear al seguir encubriendo sus derivados.
Sin embargo, un grupo estatal como EDF, al que sus competidores califican de 'ministerio' no se caracteriza precisamente por su agilidad. Toda demora encarecerá la operación, aunque siempre cabe la desinversión posterior de activos de Iberdrola. Además, aunque parece evidente que la estrategia es comprar en el mercado hasta el límite de una opa (el 30%) y después lanzarla (quizás por concertación con ACS), queda por ver si la reordenación energética de la que hablan los aliados o el despiece que denuncia Galán, debería ser pactado entre las partes antes de la gran incursión.
Combinaciones
El proyecto sobre Iberdrola es hoy un poliedro de múltiples combinaciones. El resultado final, en el que tendrán un papel relevante Fenosa y Gas Natural (su primer accionista, La Caixa, ya se ha avenido a negociar) depende de incógnitas aún por resolver: qué participación tomará EDF y si ACS mantendrá la que tiene ahora o se reforzará.
La parte española aspira a crear un gran grupo con Iberdrola, Fenosa y, eventualmente, Gas Natural, en el que EDF participaría en proporción a su inversión. Esta opción, que no parece agradar a los franceses, sería la más correcta política y empresarialmente, aunque no así desde el punto de vista de la competencia, pues se produciría una concentración.
Paradójicamente, la libre competencia mejoraría con el troceamiento, que se haría, o bien cediendo una parte a Fenosa y otra a Gas Natural, o bien, repartiéndose Iberdrola entre EDF y ACS, que podría vender, en este caso, Fenosa a la gasística. Algo políticamente más criticable. En cualquier caso, hay quien considera que el esquema debería quedar claro de antemano, dada la peligrosa desventaja de las aliadas españolas frente a EDF. Mientras aquéllas están ya en el mercado y podrían toparse con problemas de competencia, la francesa, al ser nueva en la plaza, se podría ver libre de este tipo de trabas.