Los que se quieren merendar al jefe
Tenemos los políticos que nos merecemos. Es la frase de la semana. La he oído varias veces desde el pasado miércoles. Pues, no. Yo no me merezco esta clase de políticos. Y todo esto viene a cuento del rifirrafe y del bochornoso espectáculo ofrecido esta semana por la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, en su ambiciosa y desmedida carrera por rifarse los pedazos del jefe, Mariano Rajoy, del que se espera, o al menos eso se desprende de la actitud y del comportamiento de sus compañeros de partido, que el próximo 9 de marzo se estrelle, de nuevo, en su carrera electoral hacia La Moncloa.
La situación me recuerda a la del moribundo que tiene que escuchar en vida cómo sus familiares se reparten la herencia. Lo que ocurre es que aquí no hay moribundos, sino un político que no ha sabido poner en su sitio a sus peones a tiempo. Lo ha hecho tarde y cuando ambos pretendientes parecían tener la certeza de que habían ganado la batalla.
No me imagino a ningún primer ejecutivo de ninguna compañía, ni española ni extranjera, teniendo que soportar semejantes órdagos ni despropósitos, por parte de sus posibles sucesores, que sólo esperan estar bien posicionados ante la posible caída del jefe. Que duda cabe que la ambición es lícita y necesaria, pero siempre manteniendo el juego limpio.
Que Gallardón tenga la aspiración de contribuir a que el líder de su partido llegue a la presidencia de España es una actitud noble. Lo que es indigno, y un insulto para sus votantes, es que diga que abandona la política, en un acto que recuerda a la típica pataleta infantil, por no haber conseguido su propósito. Se debe, como cualquier otro profesional que trabaja para una empresa, a sus clientes, o lo que es lo mismo, a sus votantes. Y con ellos adquirió el pasado año un compromiso, el de trabajar por una ciudad que le ha elegido como máximo representante municipal, y donde tiene por delante numerosos desafíos por acometer. Y son los pequeños proyectos, al alcalde le pueden parecer nimios, ya que él se ve como presidente del Gobierno, los que hacen grande a los profesionales dentro del mundo de la empresa. Cuánto deben aprender los políticos de empresarios y ejecutivos. Gallardón debería fijarse en ellos. Lo de Aguirre es otro cantar.