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Columna
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¿Están España y la UE en recesión?

La economía española está asistiendo a una desaceleración que puede llevar el crecimiento a tasas cercanas al 3% anual, destaca el autor. Las expectativas, pues, distan mucho de las previsiones catastrofistas que, en su opinión, por malicia o ignorancia, empiezan a abundar

Con una alegría y atrevimiento propios de la ignorancia, y cierta dosis de mala fe, se está tratando de convencer a la ciudadanía española, pero también a las empresas nacionales y foráneas, de que España está inmersa en una recesión económica brutal. Este mismo calificativo fue utilizado por el portavoz económico de la oposición política para calificar el calibre de las medidas necesarias para salir del pozo económico en el que hemos caído. Siendo esto grave, lo que resulta más llamativo es que a este coro se hayan sumado con entusiasmo economistas y algunos analistas de coyuntura que, probablemente, hayan olvidado sus primeras lecciones de macroeconomía, pero que tienen el plácet para publicar en ciertos medios de comunicación, no siendo el caso de éste.

Una sencilla radiografía macroeconómica de la economía española nos dice que el año 2007 termina con un crecimiento del PIB del 3,5% anual, inflación del 4,2%, tasa de paro del 8,1% y un crecimiento del empleo en el umbral del 3,0%. Además, el superávit público finaliza el ejercicio en el 2,0% del PIB, la ratio de deuda sobre PIB por debajo del 40%, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social acumula reservas equivalentes al 4,0% del PIB.

En el aspecto financiero, la evolución del crédito al sector privado avanza a ritmos de dos dígitos, especialmente el hipotecario que lo hace a tasas modestas, un magro 17% anual, es cierto que muy inferior a las registradas hace únicamente un año.

Para una crisis como la de 1994, el consumo y el empleo deberían bajar de forma abrupta, con una caída de al menos 1,5 millones puestos de trabajo

Con estas cifras, y comparándolas con las del resto de países de nuestro entorno, estos mismos portavoces deberían diagnosticar que todos los países de la UE, especialmente Alemania, Francia o Reino Unido, están en una recesión aún mayor que la que, supuestamente, sufre España. En estos países no hay nadie que se atreva a intentar provocar una crisis de confianza entre sus ciudadanos, seguramente porque los economistas, analistas y medios de comunicación son rigurosos y aman de verdad a su patria.

Con estas premisas, conviene recordar qué es una recesión económica. Una primera definición, un tanto simple, indica que una economía está en recesión cuando el PIB desciende durante dos trimestres consecutivos, sin entrar a valorar otras variables relevantes. En este sentido, y como ejemplo, según esta definición, Alemania no estuvo en recesión a finales de los años noventa y principios del XXI, simplemente porque su PIB no se redujo, aunque todas las macromagnitudes no dejasen de empeorar durante casi un quinquenio. La otra definición, mucho más lógica, es la que acuña una institución tan prestigiosa como el Nacional Bureau of Economic Research (NBER) en EE UU, que es la encargada de fechar y analizar los ciclos económicos en ese país. Esta metodología analiza el ciclo económico distinguiendo cinco fases dentro del mismo analizando un conjunto más amplio de variables, no sólo el PIB. En este sentido, se utilizan indicadores de consumo, producción, empleo y también financieros (crédito, rendimientos bursátiles o tipos de interés). Con todo esto, las fases del ciclo económico son cinco:

l Recesión: esta fase se asimila a aquella en la que las principales variables analizadas tienen crecimientos negativos.

l Suelo: se alcanza en el punto más bajo de la recesión.

l Recuperación: primer mes o trimestre cuando los datos comienzan a repuntar, aunque todavía pueden darse crecimientos negativos de las principales variables.

l Expansión: se alcanza cuando se recupera todo el nivel de producción perdido durante la recesión.

l Pico: es el punto máximo de la fase expansiva.

Teniendo en cuenta la primera definición, se debería producir un verdadero cataclismo para que el PIB caiga durante los próximos trimestres. En primer lugar el consumo y el empleo deberían descender de forma abrupta, al menos 1,5 millones de empleos se deberían destruir para igualar la crisis de 1994. No hay ninguna señal objetiva que indique que esto pueda ocurrir con una probabilidad elevada. La segunda definición, más lógica y sensata, indica que tampoco estamos cerca de un proceso recesivo. El diagnóstico, por tanto, con un horizonte de un año, es que la economía española está asistiendo a una desaceleración que puede llevar el crecimiento a tasas cercanas al 3,0% anual, cerca del potencial de la economía española.

En resumen, es imprescindible que triunfe el rigor entre los que pueden causar un cambio en la confianza de los agentes. Nos merecemos mejores analistas, economistas y sobre todo alguien que explique que el Gobierno no encarece las hipotecas, ni eleva los precios de la energía, ni causa la inflación alimenticia. Pero para eso hay que saber algo de macroeconomía.

Alejandro Inurrieta Presidente de la Sociedad Pública de Alquiler

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