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Columna
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Inmigración, remesas y desarrollo

En el mundo hay 200 millones de inmigrantes. El volumen total de remesas oficiales que enviaron a sus países de origen, en 2006, fue de 320.000 millones, según el Banco Mundial, más del doble que el año 2000. Una cifra que duplica con creces el nivel de la ayuda internacional. Pero los bancos oficiales estiman que la realidad es un 50% superior a dicho importe.

Los países que más reciben envíos de dinero son India (33.000 millones de euros), China (30.000 millones), México (18.000 millones), y Filipinas (12.000 millones).

Aquellos países para los que los envíos suman la mayor proporción del producto interior bruto son Tonga (42%), Moldavia (27%), Lesoto (26%), Haití (25%), Bosnia-Herzegovina (23%), Nicaragua (15%) y Marruecos (9%).

Las transferencias compensan déficits crónicos de la balanza de pagos al reducir la penuria de divisas

Estados Unidos es el país desde el que más envíos de dinero se hacen, con 60.000 millones de euros en remesas al extranjero. Pero el flujo de fondos no sólo proviene de los países ricos. Los envíos entre países en desarrollo engloban entre el 30% y el 45% del total. Esto refleja el hecho de que más de la mitad de los emigrantes de países en desarrollo emigran a otros países en desarrollo.

En la UE las remesas que enviaron los inmigrantes a terceros países alcanzaron los 20.000 millones de euros. España no es ajena a este fenómeno. En los nueve primeros meses del año 2007 se registra un crecimiento del 23,3% respecto al mismo periodo de 2006, según datos publicados por el Banco de España. Se espera alcanzar la cifra de más de 7.000 millones de euros (0,75% del PIB).

Con ello, España viene a ocupar el tercer lugar en la clasificación mundial de los países que emiten mayores remesas por parte de trabajadores emigrantes, tras el aumento registrado entre los años 1990 y 2006, lo que la sitúa sólo por detrás de Estados Unidos y Arabia Saudí. Hasta el año 2004, las cantidades que los españoles residentes en el extranjero enviaban a España eran superiores a las que mandaban los inmigrantes a sus países.

A su vez, la Unión Europea insiste en su creciente preocupación por el elevado coste de enviar fondos a los países de origen de los inmigrantes. El coste de transferencia del dinero varía considerablemente de un país a otro, pero también en función del método de transferencia efectuado. Enviar remesas a África desde España es un 63% más caro que mandar dinero a Ecuador. Para enviar 300 euros, desde España, los gastos se elevan al 6% si se realiza a través de una sociedad de transferencias nacionales, tienda étnica, 7% si se efectúa por un banco y un 12% por una sociedad de transferencias internacionales de fondos como Thomas Cook, Western Union o MoneyGram. Pero en Reino Unido las comisiones alcanzan hasta el 40% para los envíos de 100 euros.

Según la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí, 'una reducción de un punto porcentual de la comisión aplicada por los intermediarios financieros sobre las remesas llevaría a los países de destino 50 millones de euros más al año'.

La competencia podría representar, en este sentido, un papel muy importante en la reducción de los gastos de expedición, pero a menudo la ausencia de servicios bancarios en las localidades rurales de los países de expedición, o la falta de confianza en los circuitos formales, como así mismo la falta de información sobre los métodos bancarios modernos de transferencias monetarias, dificulta enormemente las remesas de dinero. Por ejemplo, el 75% de los inmigrantes que hay en España tiene abierto algún tipo de cuenta corriente, frente al 25% en sus países de origen.

Las remesas juegan un papel importante en la reducción de la pobreza severa, ya que aumentan los ingresos del receptor, y además, se produce un incremento de las inversiones locales en educación, empresas y salud.

Numerosos expertos concluyen que la utilización del dinero transferido para el consumo, la vivienda, la compra de terrenos, el ahorro y la inversión productiva tiene efectos positivos sobre el empleo y el crecimiento económico. Entre estos efectos figuran el disponer de recursos adicionales para la inversión y la producción con efectos multiplicadores.

El 80% o más del dinero transferido se gasta de inmediato, en comida, ropa, hogar y educación. Así, quedan decenas de millones disponibles para el ahorro o inversiones en lugares donde escasea el capital, y el resto se utiliza para la construcción de escuelas y centros hospitalarios.

Además, los efectos multiplicadores pueden implicar un alza sustancial del producto nacional bruto (PNB). Así, por ejemplo, cada migradólar gastado en México hace aumentar el PNB en 3 dólares.

El impacto de las transferencias de dinero sobre el consumo privado, el ahorro y la inversión no son el único aspecto de su contribución al crecimiento y al desarrollo de los países de origen de los inmigrantes. Este dinero es aprovechado para mejorar la balanza de pagos. Así, las transferencias compensan déficits crónicos de la balanza de pagos al reducir la penuria de divisas.

Por todo ello, es importante tener en cuenta y resaltar que según la forma en que el dinero es gastado o invertido tendrá un mayor o menor impacto sobre el bienestar social, la producción, la inflación y las importaciones.

Vicente Castelló Roselló Profesor de la Universidad Jaume I de Castellón

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