Algo más que un pacto salarial
Moderación salarial, mantenimiento del poder adquisitivo de los asalariados y creación de empleo. Estos son los tres grandes objetivos que los agentes sociales se han propuesto alcanzar en 2008, para lo cual firmaron ayer un pacto de rentas por séptimo año consecutivo. Sindicatos de trabajadores y representantes de los empresarios se juramentan a recoger en sus relaciones industriales incrementos de los salarios compatibles con las previsiones de inflación establecidas por el BCE y utilizadas por el Gobierno para activar todas las partidas de rentas públicas, impuestos, cotizaciones y tarifas. Aunque no establecen una banda salarial explícita, la práctica del buen sentido mueve los aumentos nominales de los salarios en una horquilla que oscila entre el 2% (previsión de IPC) y el 3% (utilización de parte de la productividad esperada por el sistema). Salarios del 2% al 3% es la traducción práctica de lo que patronal y centrales llaman moderación salarial.
Este ritual ha tenido efectos prácticos beneficiosos para la actividad los últimos 10 años, con una creación insospechada de empleo, gracias al establecimiento de un margen razonable de excedentes para la reinversión. Unos costes financieros contemporáneos plácidos han hecho el resto. Y precisamente ahora que los costes no salariales de producción, como el precio del dinero o la energía, han repuntado de forma generalizada es más precisa que nunca la moderación de los salarios, que en España siguen aportando la mitad del PIB y una proporción mayor de los costes productivos.
La negociación colectiva de 2008 es la más delicada desde que arrancó el siglo; no sólo por tener delante tasas de inflación superiores al 4% que hay que combatir y excluir como referencia de negociación, frente a la demanda sindical fácil, felizmente desterrada, de tratar de reponer en la nómina del factor trabajo toda la pérdida estimada en el momento de negociar. Además, por vez primera en muchos años, las expectativas de la actividad son menos firmes, con riesgos ciertos de desaceleración. Los sindicatos han entendido ya que la mejor fórmula para ganar poder adquisitivo de forma estructural es que se amplíe la base de asalariados, que únicamente avanza si lo hace el empleo. Por tanto, si algo debe sacrificarse es la renta individual, para mantener el tirón del empleo.
Pero lo que es una condición necesaria para la moderación salarial, el control de la inflación y la generación de empleo, puede no ser suficiente. Este año, con salarios inferiores al 3%, los costes laborales están por encima del 4%, y los costes laborales unitarios siguen creciendo a tasas que cuadruplican la media de la zona euro (3% frente al 0,8%). Y ahí está la verdadera prueba para la competitividad de la economía: acumular cada año sobrecostes laborales unitarios frente a los competidores resta capacidad en los mercados exteriores y termina pasando factura a la cuota de mercado y al empleo. España debe aportar algo más que moderación salarial para mantener la generación de riqueza y someter al deflactor: márgenes comerciales más razonables, más competencia en los mercados con más oferta, menos estímulo a la demanda y menos capacidad de consumo del principal protagonista del gasto del país, las Administraciones públicas.