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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Preservar las cuentas públicas

Las cuentas públicas gozan de buena salud a tenor de la ejecución presupuestaria hasta octubre conocida ayer, cuando la recaudación en términos de caja aumentó un 11,3% respecto a un año antes y el superávit se situó en un 2,68% del PIB en términos de contabilidad nacional. Nada menos que 28.218 millones de euros.

Sin embargo, la recaudación por el IVA -el impuesto indirecto por excelencia, que refleja como ninguno la evolución del consumo- da síntomas de cansancio. En octubre creció el 1,1% en términos anuales cuando en agosto lo hacía a tasas del 6,3% y en diciembre de 2006, del 9,6%. Parte de esta atonía se explica desde el Gobierno en el fuerte aumento de las devoluciones a las empresas, por lo que, una vez ajustado, el IVA habría crecido en términos homogéneos al 3,5%. En todo caso, Hacienda reconoce que la moderación del consumo y de la compra de viviendas nuevas está mermando los ingresos tributarios.

Estos menores ritmos de crecimiento se están compensando con los ingresos del IRPF y de Sociedades. No hay, por tanto, riesgo inminente de desequilibrio en las finanzas públicas. De hecho, Hacienda renovó ayer la previsión de lograr un superávit similar al de 2006, del 1,8% del PIB, cercano a 20.000 millones de euros. Pero no debe perderse de vista el mensaje que la recaudación envía: el excedente ya no crece como ha hecho hasta ahora, y hasta en el escenario de desaceleración menos pesimista, pongamos el del Gobierno, estas cifras de ahorro no volverán fácilmente.

Ayer se conoció que la reforma fiscal que se puso en marcha en enero ha supuesto un coste para el erario público de 2.000 millones de euros hasta octubre, 850 millones a las empresas y 1.125 a las familias, lo que supone una cantidad financiable. Y seguramente sigue habiendo margen para nuevos retoques fiscales siempre que devuelvan una rentabilidad económica cuantificable. Pero ha llegado el momento de aparcar los triples saltos mortales impositivos a los que los partido políticos tienen acostumbrado al electorado.

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