Nos vemos el año que viene
Nuño Rodrigo
No se puede esperar mucho de lo que queda de ejercicio', comentaba esta semana un ejecutivo del mercado. 'Todo va a estar muy parado hasta que no se clarifique el efecto de la crisis; hasta qué punto los bancos van a provisionar o no los activos y de cómo va a evolucionar el crédito. Y esto no se verá hasta que no se cierre el ejercicio'.
Normalmente el cambio de ejercicio supone la preparación de presupuestos, el cierre de partidas de gasto y una ración extra de trabajo para auditores, tesoreros y profesionales de este entorno. Pero 2007 va a ser diferente porque, en principio, las cuentas de cierre de ejercicio deberían clarificar el grado de exposición a la crisis crediticia y aclarar al resto del mercado si el huracán subprime ha sido una crisis de liquidez o de solvencia y, en general, cuestiones clave para conocer si EE UU caerá o no en la temida recesión.
O no. Es decir, siempre cabe el camino intermedio. Sabido es que el papel y los números lo aguantan todo o casi todo. Ése sería, quizás, el peor de los escenarios: que la publicación de las cuentas y los balances anuales trajesen más incertidumbres que respuestas. Tampoco cabe esperar un masivo ejercicio de sinceridad y contrición en el sector financiero, pero el mercado confía en que se pase a 2008 con el menor número de asignaturas pendientes.
Quizá sea un exceso de optimismo. El mercado de bonos refleja expectativas más o menos razonables de recesión raíz de la crisis crediticia, por mucho que en los parqués se asuma que las entidades financieras que confiesan sus pecados están prometiendo con firmeza empezar el 1 de enero una vida nueva. O quizá no; quizá se piense que, si se ponen las cosas mal de verdad, llegará Bernanke con el grifo del dinero abierto. Que es, más o menos, la lectura que se puede sacar de la sesión de ayer, que recogió con euforia el peor dato de viviendas iniciadas en EE UU en 14 años. Vivir para ver.