El corazón en España, la oficina en París
Cara y fría, pero próxima y hermosa. Así es la capital gala para el ejecutivo español.
Para la clase media resulta una de las ciudades más caras de Europa, la mayor parte del año está invadida por un color de cielo grisáceo y sus habitantes no tienen reputación precisamente de simpáticos. Y sin embargo, estudiantes y empresarios extranjeros se precipitan hacia ella. ¿Qué tiene París? Mucho atractivo. En primer lugar, un tejido industrial y una cultura de negocios que sorprenden agradablemente a la mayoría de directivos extranjeros que pisan sus dos aeropuertos, el de Orly, al sureste de la ciudad, y el imponente Roissy Charles de Gaulle, que se sitúa al noreste.
Esta megametrópoli de 12 millones de habitantes, periferia incluida -París intramuros sólo cuenta dos millones- es idónea para hacerse un hueco en la vorágine del fenómeno de la globalización. Aunque todavía es criticada por la pérdida de su grandeur de antaño, no hay que engañarse, se trata de Francia, la segunda economía del Viejo continente.
Al contrario que otros lejanos destinos, incipientes recintos de expatriados, París ofrece, en el caso español, la proximidad. No sólo geográfica, que sitúa París de Madrid a una hora y media en avión, sino sobre todo comercial. Ello explica sin duda que las relaciones comerciales entre ambos países hayan crecido de forma constante. Hoy, Francia es el segundo proveedor de España, después de Alemania, y el primer cliente, con el 19% del mercado. Cada día, ambos países intercambian más de 184 millones de euros, según las cifras de la oficina económica y comercial de España en la capital gala.
De ahí que París sea una necesidad de implantación en muchos sectores económicos. Tal fue el caso de José Luis Gómez, director de Garlic, que se dedica al comercio global de ajo desde 2006. Su llegada a París 'era necesaria' en uno de los sectores con mayor flujo entre Francia y España. Gómez se lanzó en julio de este año, precisamente 'por ser el país de al lado', en el que quiere 'ser una auténtica empresa francesa para poder alcanzar a todos nuestros clientes'. Lo que más sorprendió a José Luis a su llegada a París fue la manera de hacer negocios. 'Dan mucha seguridad, hay una cultura de empresa muy arraigada, y no hace falta cubrirse demasiado las espaldas, como ocurre en otros países', explica. Cuando quiso pedir financiación para su negocios, 'no hubo un notario de intermediario, sólo intervino el banco'. Una seguridad que también se traduce en una ingente regulación, una espada de Damocles para los sucesivos Gobiernos, conscientes de que este factor resta atractivo al país galo.
En el aspecto fiscal, ya se sabe, en Francia se pagan más impuestos que en otros países, como España, y los entresijos tributarios son más complejos. De ahí que sea necesario, antes de dar el salto, como expatriado o como emprendedor aguerrido, asesorarse ante profesionales galos.
Una vez instalado, París ofrece al expatriado un alto nivel de calidad de vida. Pese a ser más cara, los grandes grupos internacionales prevén este ascenso de categoría y suelen acompañar la nueva situación. Según el ranking mundial de calidad de vida que cada año elabora Mercer HR Consulting en 215 ciudades del mundo para que gobiernos y empresas puedan adaptar la retribución de sus empleados expatriados, París no se ha movido del puesto 33, por delante de Londres (39). Algunas de las razones que justifican su buena posición son, entre otras, la variedad de su oferta cultural y de ocio y el acceso a formación en diferentes culturas, con colegios internacionales.
De ir acompañado por la familia, París ofrece una gran variedad de centros escolares internacionales y bilingües, así como un colegio español.
Si los sueldos acompañan, como suele ser el caso de trabajadores expatriados, se podrá alquilar un apartamento de elegante estilo haussmaniano de dos habitaciones en pleno centro de París por unos 2.000 euros al mes. No obstante, la comida, los transportes y el resto de prestaciones son más bien elevados.
La efervescencia cultural, la excelente gastronomía, o su patrimonio histórico siguen siendo algunos de los principales atractivos de la capital gala para los que vienen de fuera, que suple el mal tiempo con grandes dosis de glamour. 'La ciudad es muy atractiva, el mercado también, y su nivel artístico es muy interesante', explica el director de Garli, José Luis Gómez, en un primer balance de sus cinco meses de estancia en esta ciudad.
Eso sí, aunque la ciudad presume de cosmopolita, hablar francés para el recién llegado resulta indispensable para su integración.l A pesar de su clima y de que los precios pueden resultar caros para el visitante español, o de la dificultad que pueda entrañar el aprendizaje de su idioma, su oferta cultural, gastronómica y paisajística es una de las mejores de Europa.
Glamour a raudales al caer la noche
Siempre nos quedará París. Una visita a la ciudad es ya puro deleite. Tras la dura jornada de trabajo en la oficina del centro de la capital, un paseo reparador por sus majestuosas calles es una diversión en sí. La ciudad de la luz lo es especialmente de noche. Disfrutar de su iluminación de aire medieval deja al transeúnte lo suficientemente embriagado para preparase a una nueva jornada laboral. Además, la capital gala es un derroche de oferta cultural. La imponente âpera Garnier y su hermana de cariz moderno âpera Bastille, la Comedie Francaise y sus clásicos de teatro, el recién estrenado museo de artes primarias Quai Branly y sus jardines murales... la lista es interminable. La lucha entre París y las capitales anglosajonas Londres y Nueva York por erigirse en la vanguardia cultural de Occidente hacen de la capital francesa un constante borboteo de nuevas tendencias. Paris la nuit no sólo ofrece los clásicos cafés de animada conversación, casi siempre de política, llenos de jóvenes enzarzados en su tabaco de liar y la copa de vino. Clubes y salas de conciertos abarcan un gran abanico de opciones musicales. La sala Pleyel, recientemente restaurada, hará las delicias de los amantes de música clásica, con una acústica inmejorable. Y por supuesto, la gastronomía. Si en un primer tiempo se sucumbirá, quizá, a una cena en barco por el Sena, la rutina parisiense abrirá el paladar a la oferta de restaurantes de cocina francesa y extranjera.
Un buen aliado
París ha decidido desplegar la alfombra roja a la inversión española. Desde junio de este año, cualquier aguerrido emprendedor puede hacer uso del centro de negocios español de las afueras de la capital. Su creación, que sigue el dictamen de la efervescencia de la actividad española en el país vecino, persigue facilitar gestiones administrativas, contratos de aprovisionamiento, garantías, fianzas, adelantos de tesorería, asesoramiento jurídico o hacer de traductores. En definitiva, toda una serie de servicios que limitan los riesgos en una primera aproximación al mercado galo. Así, el empresario recién llegado cuenta con los servicios de un centro de negocios clásico más un acompañamiento jurídico y logístico gratuito, a cargo de la administración gala, siempre recomendable ante la complejidad del papeleo.