El puente entre Asia y Latinoamérica
Negocio a tres bandas. El interés de las economías emergentes asiáticas por América Latina puede suponer una oportunidad estratégica que España no debería desaprovechar. Los lazos culturales, lingüísticos y empresariales pueden ser un incentivo para atraer estos mercados
Desde hace aproximadamente un lustro, en círculos empresariales, políticos y culturales se ha venido utilizando un término para referirse a un papel estratégico que España podría ocupar en el futuro en el ámbito internacional. La llamada triangulación se refiere a la posibilidad de que el país ejerza de puente entre Asia y América Latina, dos zonas que comparten, en distintos grados, el carácter de regiones emergentes. La idea que subyace pasa por aprovechar la privilegiada relación de España con los países americanos para sacar réditos de la creciente avidez de las economías asiáticas por sus recursos naturales. La consolidación del eje puede resultar fundamental en el posicionamiento de España en la era de la globalización.
Una constatación inmediata es que, en ningún caso, los lados de ese posible triángulo son comparables en dimensión. Posiblemente, la figura que más se aproxime a la situación actual es el triángulo rectángulo. La hipotenusa, el lado más largo, sería el que une a España con América Latina, en una relación cultural, lingüística, política y económica que dura ya más de medio milenio. La vertiente económica, además, ha recibido un nuevo impulso desde finales del siglo pasado, cuando las empresas españolas capitanearon las privatizaciones en los mayores países del subcontinente. Hoy, las multinacionales españolas dominan sectores estratégicos como la energía o las comunicaciones en países de la importancia de Brasil, Argentina o México.
El cateto mayor uniría al sureste asiático con América Latina y, pese a que el lazo es relativamente reciente, ha adquirido una importancia fundamental desde el punto de vista económico. Las aceleradas economías asiáticas demandan cada vez más energía, materias primas y alimentos suramericanos; al tiempo, los países del cono sur requieren de ingentes inversiones para su desarrollo, y en buena medida las consiguen de Asia. Sólo China tiene comprometidas inversiones en la zona por valor de 100.000 millones de dólares.
Este interés mutuo ha valido para desarrollar el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, en el que participan México, Perú y Chile), además de nuevos instrumentos de colaboración política como el Focalae (Foro de Cooperación América Latina-Asia del Este). A todo ello hay que añadir numerosos acuerdos comerciales bilaterales entre países de las dos regiones, como Japón-Chile, Singapur-México, Corea del Sur-Chile, etcétera).
Finalmente, el lado más corto, a mucha distancia, es el que uniría España con el sureste asiático. Es esta parte la que está más cerca de los buenos deseos que de las realidades. Las relaciones económicas mutuas son muy escasas y, desde luego, distan de ser biunívocas. De forma similar al resto de Europa, España ha registrado en los últimos años una avalancha de importaciones de productos chinos, fundamentalmente textiles y otras manufacturas, hasta el punto de que su relación con las exportaciones a ese país es de 10 a uno. La presencia de productos tecnológicos o automóviles procedentes de Japón y Corea del Sur viene de más atrás, y otros nuevos tigres asiáticos se apuntan a la tendencia.
Pese a iniciativas recientes como el Plan Asia-Pacífico o la creación de Casa Asia en Barcelona, la presencia española en ese continente, desde cualquier punto de vista, sigue siendo testimonial. De ahí la idea de aprovechar esa relación y conocimiento especial sobre América Latina, un área del máximo interés estratégico para Asia. La lengua común y el conocimiento del mercado serían una buena presentación del atractivo español.
Hasta el momento, el ejemplo más significativo de que la idea de la triangulación puede tener sentido lo aporta la multinacional china Huawei, dedicada a las telecomunicaciones. La firma abrirá antes de fin de año un centro de asistencia técnica en Málaga, en alianza con Telefónica, en lo que supondrá la primera implantación de una firma china en España. Desde esta sede, que estará en funcionamiento antes de final de año, Huawei dará servicio a todo el mundo de habla hispana. Para este tipo de iniciativas de utilización de España como hub o centro de operaciones regional, la pertenencia a la Unión Europea puede suponer un valor añadido.
Otro caso relevante, aunque en dirección inversa, es la inversión del BBVA en el banco chino Citic. La entidad española ya ha anunciado doblar una participación que, de momento, alcanza los 1.000 millones de euros. La dirección del banco reconoce que su éxito con los clientes en esta región es 'altísimo', gracias a la posición del banco en Latinoamérica, lo que aporta a la entidad una gran ventaja competitiva. Actualmente, el 40% del negocio de BBVA en Asia está directamente relacionado con sus inversiones en América Latina.
Pese a estos ejemplos positivos, las opiniones sobre la viabilidad de esta triangulación distan mucho de ser unánimes. Un directivo de una gran multinacional española sostiene que, respecto a América Latina, España no ofrece grandes ventajas para Asia, y el tema de la triangulación es más una situación deseada que real: 'Las grandes empresas españolas que estén presentes en las dos regiones pueden utilizar a España como plataforma para hacer arbitraje; por ejemplo, para comprar materias primas o productos industriales en un lado y remitirlos al otro. No creo que las ventajas de España vayan mucho más allá; puede haber alguna cultural, pero no geográfica ni de horario'. 'Otro caso es el de grandes empresas españolas con subsidiarias en Latinoamérica, que pueden fijarse en China para sus tareas de fabricación'.
Este directivo cree que, en el mundo globalizado, casi todas las transacciones se realizan directamente entre los países de origen y destino, sin necesidad de puentes. 'Incluso, algunas empresas chinas llegan a ver a las españolas como competidoras en su asalto a América Latina', concluye. Algunos países de América Latina, como Chile, Perú o México, ya están integrados comercialmente en la APEC; otros, como Brasil, son suficientemente grandes como para tratar directamente con China o India. 'Por ejemplo, el comercio de cobre o soja no pasa en ningún caso por España', recuerda.
El caso de Asia dista mucho del de muchas multinacionales europeas y norteamericanas, que utilizan a España como headquarters para sus relaciones e inversiones en Latinoamérica. Es el caso, entre otras muchas, de Alstom, Siemens o Alcatel. El movimiento se está acelerando, a medida que se abandonan centros de acceso tradicionales como Miami. Por el lado asiático, apenas se cuentan Fujitsu o la mencionada Huawei. El margen de mejora, y por tanto, de oportunidad, es ingente.