Un potencial poco aprovechado
La triangulación España-América Latina-Asia fue una idea brillante planteada, como es sabido, en el Plan Marco Asia-Pacífico del año 2000. Pero, como muchas ideas brillantes, estaba cargada de buenas intenciones y desprovista, en gran medida, de contenido. La idea era relativamente sencilla: aprovechar la importante presencia de España en América Latina y nuestro amplio conocimiento del subcontinente americano para aumentar la presencia española en Asia y la presencia asiática en España.
En términos empresariales, tal cosa significaba que era preciso potenciar diversos puentes: América Latina como puente para las empresas españolas, que podrían dar otro salto continental más hacia el Este; España como puente hacia América Latina para las empresas asiáticas, y América Latina como puente hacia España para esas últimas empresas. En teoría, el primer puente aumentaría la presencia española en Asia y los dos restantes podrían incrementar la presencia asiática en España.
En la práctica, como ha demostrado el excelente estudio de Jacinto Soler para Casa Asia y Cidob, publicado a principios de 2007, no hay, al menos hasta ahora, muchos ejemplos de aprovechamiento de esos puentes. Altadis o Sol Meliá han saltado desde Cuba hacia Asia. Huawei se ha aliado con Telefónica, por la amplia presencia de ésta en América Latina. TCS controla desde Uruguay sus operaciones en España. Y poca cosa más. Es cierto que ha habido alguna triangulación empresarial en el sector de componentes de automoción, en virtud de la cual una empresa española como Ficosa suministra a fabricantes japoneses de automóviles instalados en Brasil o México. También es verdad que bancos españoles participan ya o podrían participar en operaciones con empresas asiáticas en América Latina, en la financiación del comercio exterior latinoamericano con Asia y de las infraestructuras para potenciar éste o en el envío de remesas de los inmigrantes asiáticos en la región. Pero eso no aumenta la presencia asiática en España, aunque mejora ciertamente las condiciones de las empresas españolas participantes en la operación triangular.
La razón por la cual la triangulación no tiene mucha base empírica es sencilla. Para muchos empresarios españoles, la línea recta hacia Asia es la más corta, lo cual no está desprovisto de razón. Para países como Japón, China o India no es necesaria la intermediación de España para fortalecer sus relaciones con América Latina. De hecho, la experiencia española en el subcontinente americano se ha concentrado en aspectos como fusiones y adquisiciones, privatizaciones, sector financiero, telecomunicaciones y la energía, mientras que, hasta el momento, las empresas japonesas o chinas están más interesadas en los sectores manufacturero o minero.
Con todo, las cosas pueden cambiar. A mi entender, la labor de puente de nuestro país podría aumentar mucho si se dieran dos condiciones. La primera es que España se haga más atractiva para los empresarios asiáticos, lo que podría ocurrir si potenciamos los recursos humanos bilingües o biculturales, mejoramos las conexiones aéreas directas con China y las creamos con Japón e India, entre otros factores. La segunda condición es que las empresas asiáticas se empiecen a interesar por las actividades en las que España tiene experiencia. No cabe descartar que los chinos empiecen a invertir masivamente en el sector energético o en servicios financieros o que Japón, si sus empresas se recuperan definitivamente, lo haga también.
Por el contrario, la idea del salto español desde América Latina no parece que se vaya a cumplir. Por ejemplo, las recientes inversiones de Telefónica o el BBVA, entre otras empresas, en China se han hecho de manera directa, salvo que se piense que han sido el resultado final de un fortalecimiento de años experimentado en América Latina, en cuyo caso las inversiones en EE UU también serían triangulares.
Lo realmente importante es que esas inversiones se han producido. Según la Secretaría de Estado de Turismo y Comercio, en el primer semestre de 2007 las inversiones directas españolas en China fueron de 540 millones de euros, esto es, 10 veces mayores que la media anual de 2000-2006, que fue de apenas 52 millones de euros. Aunque esos 540 millones suponen todavía menos del 1% de la inversión total recibida por China y son escasos para la importancia inversora de España, el salto es importante. Si se repitiera en los próximos años, tal cosa indicaría que España, por fin, ha tomado la buena senda. Pero eso tendrá poco que ver con la triangulación.
Pablo Bustelo. Investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Complutense