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Columna
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2008 será un año crítico

El año 2008 será crítico, porque se verá si la economía española consigue recuperarse de la creciente debilidad con que según las previsiones más fiables va a iniciar ese año o si después de una larga fase de auge comienza un periodo de vacas flacas.

Ese periodo de expansión ha quedado oscurecido por una productividad decadente frente a nuestros socios europeos. Según el novedoso y excelente Boletín de Información Económica del Ministerio de Industria, la productividad en la industria (clave de la competitividad de las exportaciones industriales) caía un 12,6% en los últimos siete años en relación con la UE, como consecuencia quizás de que la inversión en equipo en el sector también lo hacía en el 2,5%.

Se podría reprochar a los responsables políticos en esos años la ineficacia de las medidas tomadas para fomentar la productividad. Pero también fue escasa su influencia en la fase de auge. Fue nula en la política monetaria, que dependía del BCE y tuvo una contribución moderada (e innecesariamente) expansiva en la política presupuestaria.

Se podría reprochar a los responsables políticos en los últimos años la ineficacia de las medidas tomadas para fomentar la productividad

Puestos a premiar a alguien habría que pensar en los bancos centrales (particularmente de EE UU, Japón y el BCE) que mantuvieron por algún tiempo unos tipos de interés extremada y anormalmente bajos, creando una inmensa onda de liquidez en la economía global y en particular en la española.

La combinación de bajo coste del capital y una mano de obra inmigrante abundante y barata permitió a la construcción ser el motor del largo periodo de expansión. Las empresas y familias se habituaron (demasiado) a unas condiciones financieras extremadamente favorables y tendieron a subestimar el riesgo de un endeudamiento elevado. Lógicamente las entidades de depósito fijaron las condiciones de los créditos teniendo en cuenta los factores de riesgo que prevalecían a mediados de los noventa. Pero en estos últimos años esas condiciones se han deteriorado significativamente: los tipos de interés subieron casi tres puntos en términos reales; aumentó notablemente la morosidad; el nivel de endeudamiento de familias y empresas alcanzó un récord histórico y los precios de las viviendas pasaron de una fuerte y continuada subida a iniciar probablemente una caída.

No parece, sin embargo, que las entidades de depósito hayan endurecido significativamente las condiciones de los créditos hipotecarios. Puede que en parte esto se deba a la competencia entre entidades, pero probablemente, y sobre todo, a que en la estimación de los riesgos esas entidades hayan valorado muy favorablemente la continuidad de la expansión económica, haciéndose eco de opiniones autorizadas en este sentido.

Por ejemplo, cuando nada menos que el Ecofin se permite decir el pasado julio que 'la economía española parece encontrarse en un círculo virtuoso'. O sea, en un crecimiento sostenible. Ni más ni menos. Pero no dice dónde está la virtud, que en teoría debería basarse en un aumento significativo de la productividad que mejore la competitividad y las exportaciones, el crecimiento, etcétera, etcétera. Justamente lo contrario de lo que ocurre.

La marcha de la economía últimamente muestra lo erróneo de este juicio. El PIB alcanzó un nivel tan elevado en esta primera parte de 2007 que el crecimiento medio anual alcanzaría el 3,1%, aunque la economía ya no creciese en el resto del año. El avance previsto oficialmente del 3,8% implicará, pues, necesariamente que el ritmo anual de expansión a lo largo del segundo semestre (que es la única medida correcta de la evolución coyuntural cuando hay un cambio de tendencia como la actual) sería del 2,3%, pero podría entrar en 2008 a un ritmo todavía inferior.

Para alcanzar el objetivo de crecimiento del 3,3%, base de los Presupuestos Generales del Estado para 2008, sería preciso una aceleración muy fuerte a lo largo del año, pero incluso sería también necesaria cierta recuperación para un crecimiento del orden del 2%, y no se ve de dónde podría venir ese efecto dinamizante.

No hay que contar demasiado con los servicios, pues su crecimiento está ligado mayormente al de los demás sectores, y aunque se espera que el sector exterior salve la situación, no parece que vaya a ser así. Eso es al menos lo que se puede deducir de un aumento de las exportaciones de productos industriales terminados en enero-julio de un escaso 1,1% anual en volumen, mientras las importaciones lo hacían el 6%, muestra clara del importante y creciente deterioro de la competitividad. Y mientras esto no dé un (improbable) giro copernicano, no parece que el sector exterior pueda impulsar la economía en 2008, sino que seguirá como hasta ahora actuando de freno.

Será pues el sector público el que, incólume, seguirá impulsando la economía. Es difícil decir con qué fuerza, pues los proyectos de Presupuestos nunca se han distinguido por su transparencia. En la miríada de datos que contienen, sus autores siempre se han guardado muy bien de presentar los pocos elementos necesarios para estimar con un mínimo de rigor su impacto en la economía.

Queda como recurso calcular el efecto sobre el saldo de las cuentas públicas del crecimiento aquí esperado de 1,2 puntos porcentuales, menos que el integrado en los Presupuestos. Al aplicar la elasticidad de los ingresos tributarios respecto al PIB nominal de los últimos años a ese menor crecimiento, el saldo del Estado queda recortado en el 0,5% del PIB, y haciendo lo mismo con las variables relevantes de la Seguridad Social, su superávit se reduciría en el 0,2% del PIB.

El superávit esperado oficialmente en las Administraciones públicas (1,1% del PIB) quedará pues sensiblemente reducido, pero seguirá siendo apreciable. Sin embargo, podría ser netamente insuficiente para situar la economía en la senda del crecimiento potencial en 2009, si como todo parece indicar continúan actuando los factores contractivos. Entonces se echarán de menos los recursos presupuestarios que se malgastaron estos últimos años en una política innecesariamente expansiva.

Anselmo Calleja

Economista y estadístico

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