Francia vive la resaca del divorcio Sarkozy
La sociedad gala asiste atónita a la exhibición de los avatares sentimentales de la hasta ahora primera pareja del país.
'Voy a vivir en la sombra, como me gusta', explicaba Cécilia Sarkozy el viernes apenas un día después de la bomba mediática que supuso el anuncio oficial de su divorcio del presidente francés Nicolas Sarkozy, el pasado jueves. Una Cécilia más prolija en detalles que nunca sobre su vida privada -a diferencia de su marido, que rehusó dar una rueda de prensa el mismo día durante la cumbre europea de Lisboa- reconocía en una amplia entrevista lo que era un secreto a voces entre los círculos periodísticos, su alergia a la vida pública. 'Esta vida pública no me corresponde, soy alguien a quien gusta la sombra, la serenidad, la tranquilidad', explicaba en el diario.
Ya en 2005 su 'no entro en el molde de una primera dama tradicional' auguraba un camino difícil. Y sin gran sorpresa, su corto papel de compañera desde la entronización de Nicolas Sarkozy al frente del Estado galo ha estado lleno de intermitentes ausencias, algunas muy sonadas, como la 'angina blanca' que su marido tuvo que avanzar como excusa ante el presidente estadounidense, George Bush, en una visita a EE UU. Y hace apenas dos semanas en Trípoli, donde las enfermeras búlgaras torturadas por el régimen del coronel Gadafi esperaban ver a su 'heroína', tras la polémica intervención de Cécilia en Libia que condujo a su liberación.
Sin embargo, ha sido en la mezcla de vida pública y privada en la que los Sarkozy, sobre todo él, han intentado en vano salvar su vida conyugal y veinte años de política común. El presidente francés reconocía hace unos meses ante un grupo de periodistas que 'en el fondo, sólo me preocupa Cécilia'.
Ya en 2005, y aquella vez ante las cámaras de televisión, el entonces candidato a la presidencia abría su vida privada, algo inédito en Francia, desvelando las 'dificultades' que atravesaba su pareja. Cécilia había dejado el hogar familiar para instalarse en Nueva York en los brazos de su amante, el publicitario Richard Attias, rico, con relaciones en las más altas esferas y cómodamente instalado en el anonimato.
Sarkozy solicita encuestas de opinión para saber cómo se percibiría en Francia un presidente divorciado. Y va mucho más lejos, hasta dictar amenazas legales contra las revistas que osaran publicar una sola página del nuevo amor de Cécilia, que arruinaría su esperanza de volver con ella. Entretanto, la nieta del compositor Isaac Albéniz confía a la periodista que prepara su biografía su amor por el publicitario. Y después, presa del pánico, pide la intervención de su marido para que la historia no vea la luz. Sarko amenaza al editor de un control fiscal y le fuerza a renunciar a la publicación del documento.
La evolución de su crisis conyugal alcanzó la apoteosis en agosto de 2005, cuando la revista Paris Match publicó unas fotografías de Cécilia en compañía de Attias. Las garras de Sarkozy forzaron el despido del director de la revista, perteneciente al magnate Arnaud Lagardère, 'hermano' del presidente francés. La elección de Sarkozy al frente del Estado el pasado mes de mayo, alejó aún más a la pareja. Ella ni siquiera tuvo fuerza para ir a votar, agotada por la idea de una vida pública que le parecía una pesadilla. Y la baza de dar prioridad a su familia no ha sido suficiente. 'Lo hemos intentado todo, yo lo intenté todo, pero simplemente ya no era posible', según desveló Cécilia en la entrevista.
La mano izquierda de una primera dama
Ya en 2002, con Nicolas Sarkozy al frente del Ministerio de Interior francés, Cécilia Sarkozy empezó a ocupar un lugar preponderante en la tarea política de su marido. Sin figurar en el organigrama oficial, la futura primera dama participaba en todas las reuniones, tenía despacho propio, contiguo al de su marido y cobraba su primer sueldo oficial por ello. Más tarde le seguiría al Ministerio de Economía como consejera técnica y después como jefa de gabinete cuando Sarkozy se alzó a la presidencia del partido de la mayoría gubernamental, UMP.Ahora, y después de 11 años de matrimonio, su divorcio del jefe del Estado podría alterar el equilibrio en un equipo gubernamental que ella misma ha contribuido a crear. David Martignon, portavoz del Elíseo con tan sólo 36 años, le debe en parte su promoción, además de Rachida Dati, a quien toda la influencia de Cécilia le proporcionó el puesto de ministra de Justicia, para gran 'furia' del que fue nombrado ministro de Inmigración e Integración, Brice Hortefeux, según desveló la propia Cécilia en una entrevista al semanario Nouvel Observateur, el pasado mes de julio.La ya primera dama no tuvo ningún pudor en hacer pública su enemistad con uno de los ministros de su marido, para el que 'en el fondo', lo único que le importa es ella.