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La Bolsa, como un animal herido

Miguel Rodríguez

Las compañías cotizadas se someten estos días al escrutinio de analistas e inversores, ávidos de información sobre las perspectivas futuras de los beneficios. No es ésta una temporada más de resultados; se presenta como un termómetro para medir el alcance del desaguisado crediticio del pasado verano y las señales de ralentización económica que pueden estar enviando las cuentas de las compañías.

Lo que los analistas van vigilar estrechamente no es tanto el resultado obtenido entre julio y septiembre, como los mensajes de confianza en el futuro que lancen los directivos de las compañías.

Ahora más que nunca, los profit warning, las advertencias sobre resultados, cobran especial relevancia, porque la madurez del ciclo económico es algo cada vez más palpable. Y aunque aún se presuponen subidas bursátiles en los próximos meses, es un hecho indiscutible que el ritmo de crecimiento de los beneficios se va a ir ralentizando. Así que no debe sorprender la reacción del mercado a los resultados de Ericsson, por ejemplo, que ayer perdió casi un tercio de su valor bursátil porque no cumplió con sus expectativas de beneficio y auguró un cuarto trimestre mediocre. Como tampoco debe asombrar la eufórica acogida que dio el mercado a los anuncios de Telefónica durante el Día del Inversor la semana pasada.

En periodos como el actual la Bolsa es como un animal herido: para poder acercarse primero hay que ganarse su confianza. Y eso no garantiza que en un momento dado pueda clavarte el aguijón, como en la fábula del escorpión y la tortuga.

No es raro escuchar de boca de los analistas que esta o aquella compañía cumple lo que promete. Esa credibilidad es un valor en alza y no se gana de un día para otro. Por eso, en estos tiempos convulsos, de esperar y ver, los que cumplen su palabra, los que dan muestras de solidez y de capacidad de liderazgo dentro de su sector, esos son los que reciben el aplauso de los inversores.

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