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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cuando tu compañero es tu contrincante

Juan Carlos Cubeiro se basa en la rivalidad de Fernando Alonso y Lewis Hamilton y en la derrota de la Armada Invencible para defender que se pueden extraer enseñanzas positivas de las situaciones adversas

Imagínese que es usted el mejor en su actividad profesional, muy bien tratado por la empresa en la que trabaja, y recibe una oferta de un competidor que, en términos de salario y prestigio, no puede rechazar. Sin embargo, una vez que se ha incorporado a la nueva compañía, se da cuenta de que la organización no trabaja precisamente para usted, sino para el que debería ser su segundo, que hace la guerra por su cuenta.

Esta pesadilla empresarial no es el argumento de un guión cinematográfico de los presentados recientemente en el Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges, sino lo que le ha pasado esta temporada a nuestro compatriota Fernando Alonso. Corriendo en una de las dos mejores escuderías de la Fórmula 1, con un patrocinio excepcional (Santander y Vodafone, entre otros, difícilmente habrían apostado de la misma manera de no figurar en el equipo un joven español dos veces campeón del mundo), se ha encontrado con que el enemigo está, precisamente, dentro de casa. Baste recordar el Gran Premio de Japón. El día anterior a la carrera, Hamilton obtuvo por muy poco la pole superando a Alonso y los miembros de Mercedes McLaren saltaron de júbilo. No hace falta preguntarles a favor de quién están.

Nigel Mansell, campeón en 1992 al volante de un Williams, lo tiene muy claro: considera que Hamilton ha dispuesto en el año de su debut de un coche excepcional, ha tenido a su vera al campeón mundial, con todo el viento a favor. Eso no le ocurrió a Senna, ni a Alain Prost, ni a Michael Schumacher, ni al propio Fernando Alonso. 'Hace 10 o 20 años, no existían las ayudas electrónicas, ni el control de tracción; todo resultaba mucho más difícil y requería de un esfuerzo físico superior. Dudo que sin experiencia previa en la fórmula uno, un piloto hubiera hecho lo que Hamilton esta temporada'.

Entre tanto, Lewis Hamilton se define: 'Siempre he ganado a todos mis compañeros de equipo'. ¡Qué bonito! ¡Qué espíritu de equipo, qué sensación de trabajar para algo que trasciende a uno mismo, que genera sinergias, que permite disfrutar juntos! Ese 'siempre he ganado a todos mis compañeros de equipo', viniendo de un chaval que jamás ha cambiado de empresa (lleva con Ron Dennis desde los 11 años, con el mismo contrato renovándolo año tras año), es la supernova del individualismo anglosajón, del llanero solitario, del John Wayne en el deporte o en la empresa. ¡Haz que crean los demás que forman parte de un equipo, que yo en realidad sirvo a mis propios intereses! Veremos en Brasil si el campeonato lo gana él, Kimi Raikonnen o nuestro Alonso.

Con toda serenidad, los que creemos que este mundo guarda cierta justicia redistributiva, aplicamos respecto a este caso, con el debido respeto, el conocido refrán español a cada cerdo le llega su San Martín. Sí, ya sé que, según un reciente informe de Korn Ferry, tres de cada cuatro españoles piensa que lo haría mejor que su jefe, pero de ahí a torpedearle conscientemente hay mucha distancia, una distancia que la ética no nos debería permitir salvar.

Ante esta adversidad bastante tramposa, Fernando Alonso, y cualquiera de nosotros como él, podemos elegir dos caminos. El más frecuentado es el convencional, aquel que nos conecta con la peor tradición de la historia de España. Cuando el rey Felipe II es informado de que la Armada Invencible ha sido derrotada frente a las costas británicas, señala que no mandó a sus barcos 'a luchar contra los elementos'. Una de las frases más estúpidas y dolorosas de todos los tiempos. Un proyecto militar pésimamente planificado, muy mal liderado, con naves incapaces de maniobrar frente a barcos más rápidos y ligeros, jugando en campo contrario. Y todo el aprendizaje se resume en echarle la culpa a los elementos.

La otra opción es menos frecuente y mucho más enriquecedora. Sacar partido de la situación y aprender de ella. Sí, a Fernando Alonso se la han jugado. El piloto asturiano posee cualidades excepcionales: es frío y calculador, meticuloso en todo lo relativo a su coche, posee un espíritu de victoria maravilloso, que ha demostrado en Shanghai. Pero debería atender a sus oportunidades de mejora.

Aunque no le conozco en profundidad, me atrevería a decir que en habilidades sociales tiene un amplio recorrido por delante. Me gustaría, como a todos los aficionados españoles a la Fórmula 1, que mejorara su empatía, su influencia sobre los demás y su comunicación interpersonal. Un Fernando Alonso más completo, una persona más integral y, en consecuencia, un mejor profesional si cabe. La inteligencia emocional (la capacidad de gestionar las propias emociones y la relación con los demás) es el 90% del liderazgo, en el ámbito deportivo, en el empresarial y en el de cualquier organización.

Si Fernando Alonso sabe salir de esta pesadilla tras una seria reflexión sobre lo que ha pasado, si descubre las claves y se pone manos a la obra a mejorar su inteligencia emocional, con la disciplina con la que prueba un nuevo vehículo o lo ajusta a lo largo de la temporada, tendremos Alonso para rato y este annus horribilis habrá sido, después de todo, un año maravilloso.

Juan Carlos Cubeiro. Director de Eurotalent

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