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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Política monetaria para toda Europa

No es para tanto. La psicosis de crisis que podría instalarse en la sociedad por la intencionada desmesura de algunas interpretaciones de los últimos datos económicos no tiene justificación sólida. Es lógico que el crecimiento, que encadena 14 años al alza y una docena de trimestres por encima del 3%, flexione hacia la moderación en unas cuantas décimas (los expertos hablan de una horquilla de una a cuatro) si uno de los pilares de la actividad se acerca al punto de agotamiento, como es el caso de la construcción. De hecho, no habría estado de más que esto hubiese sucedido hace unos años, para que el mercado inmobiliario no hubiese registrado un comportamiento tan anormal, que ha sacado de quicio los precios de las casas y ha puesto al borde del estrés financiero a miles de familias.

Precisamente uno de los mentores de este febril comportamiento del mercado residencial e hipotecario ha sido el Banco Central Europeo (BCE), que hoy tiene una nueva cita con sus clientes, los 300 millones de europeos a los que puede subirle el coste de la financiación de sus proyectos. Cada vez que en los dos últimos años el BCE ha subido el precio del dinero desde el mínimo del 2%, más propio de una grave crisis que de una zona monetaria avanzada, hemos advertido que era bueno para España, porque enfriaba su economía recalentada, y malo para los españoles, porque ponía más difícil la financiación de su elevada deuda.

Pero la decisión de hoy tiene una trascendencia especial. Se produce en un escenario de crisis de liquidez y confianza en el sistema financiero, provocada por una falta de visibilidad sobre el alcance de la tormenta y sus efectos sobre la economía real y financiera de los impagados hipotecarios en Estados Unidos.

En la UE no había, al menos hasta ahora, más que buenas noticias de actividad, pese a que la OCDE haya revisado ligeramente a la baja -tres décimas- el crecimiento para este año de la primera economía de la zona, la alemana. La hoja de ruta del BCE era conocida por todos: nueva subida de tipos de interés en septiembre, hasta el 4,25%, para terminar el año en el 4,5%, porque el crédito y la demanda interna en Europa no deja otra salida. Pero el terremoto de escasez de liquidez y abundante desconfianza de agosto, y la inoportuna presión de los políticos, ha podido modificar el estado de ánimo de Jean-Claude Trichet.

Lo cierto es que hoy por hoy el mercado ha dejado casi en fuera de juego a Trichet. Nunca el tipo del interbancario a menos de un año, se tome el plazo que se tome, había estado tan alejado del tipo director. Ayer, de hecho, con una fuerte tensión en el mercado, los diferenciales se abrieron hasta brechas desconocidas para unas tasas nominales tan bajas. Hasta el propio BCE enfrió la situación garantizando la liquidez con inyecciones extraordinarias desde hoy si fueren precisas.

Subir hoy los tipos puede ser inconveniente para la economía real si el pesimismo hace mella en los actores económicos. Pero para el mercado financiero interbancario puede ser balsámica una subida, porque desterrará la incertidumbre de los últimos días, especialmente ayer, en los que los tipos más cortos han estrangulado la curva de rentabilidades con tasas más altas que en el medio plazo. Trichet debe elegir.

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