Nuevos riesgos para el IPC
El avance del IPC que facilita el INE, un indicador adelantado pero que se suele ajustar al dato real, sitúa la inflación armonizada de agosto en el 2,3%, igual que en julio, con lo que la tasa se mantiene en los niveles más bajos de los últimos años. Sin embargo, a pesar de estas buenas noticias, que dejan el diferencial con los socios europeos en el entorno del medio punto -la media desde la llegada del euro está en un punto-, no es momento de complacencias. Más bien de ponerse manos a la obra, porque hay coincidencia en que los niveles cercanos al 2% no van a durar.
Hay dos razones principales para esto. La primera, que el efecto base del precio del petróleo -menores precios un año antes- impulsará al alza el IPC los últimos meses del año, salvo una improbable caída del crudo.
Lo anterior estaba previsto. Pero el buen comportamiento de la inflación se enfrenta ahora a un preocupante riesgo añadido. Se trata del repunte de los precios de productos alimentarios básicos, como el pan, la leche o las carnes, después de que se haya filtrado a éstos y otros productos de consumo el aumento del coste de los cereales. Un subida originada en el crecimiento de la demanda de grandes países emergentes como China o India, pero también por la especulación con el precio. Los biocombustibles, que emplean como materia prima estos cultivos, están también en el ojo del huracán, aunque su impacto real en la subida del precio de los cereales está por determinar.
Donde habrá que fijar el objetivo es en la cadena de formación de los precios, por un lado, y en la política agraria europea (PAC), que una vez más demuestra su falta de eficacia. A mayor demanda de cereales debe responder mayor producción, y más cuando se trata de productos indispensables en la cesta de la compra y hay campo para ello. Lo que no es de recibo son las amenazas sobre precios disparados, incluso adelantadas a las de la materia prima causante de la subida.