El acomodaticio discurso del BCE
La economía europea pierde fuelle. El PIB de la zona euro experimentó en el segundo trimestre del año una desaceleración significativa, con un aumento interanual del 2,5%, seis décimas menos que en el trimestre anterior. La moderación también es evidente si se analizan los datos intertrimestrales, que muestran una reducción gradual del avance del PIB en los tres últimos trimestres -del 0,9% entre octubre y diciembre, al 0,3% entre abril y junio-. Es pronto para calibrar el efecto de la crisis crediticia sobre la economía real y, probablemente, los datos conocidos ayer no recogen aún este impacto. Pero es verdad que el crecimiento de la economía europea hasta la fecha se ha conseguido con el viento a favor y sin una amenaza tan visible como la actual sobre la economía financiera.
Aunque los datos difundidos ayer por Eurostat no se alejan mucho de las expectativas de la Comisión Europea o de las del propio Jean-Claude Trichet, que en más de una ocasión ha dicho que el crecimiento potencial de la economía europea está más cerca del 2% que del 2,5%, conviene tener claro que si el escenario empeora a partir de ahora la desaceleración será mucho más evidente.
Hace menos de 15 días el BCE dejaba pocas dudas respecto a la posibilidad de otra subida del precio oficial del dinero, hasta el 4,25% en septiembre. El presidente del BCE se mostraba poco amigo de estímulos monetarios para la actividad y mucho más preocupado por seguir apuntalando los precios. Una semana después hacía una inyección de liquidez sin precedentes para frenar en seco la posibilidad de una crisis del crédito que ahogue a la economía. Sin ser contradictorio, porque el objetivo era normalizar el mercado monetario y la valoración de los riesgos, son acciones que muestran que son muchos los frentes abiertos. Es el momento de que la autoridad monetaria haga gala de su destreza para manejar situaciones que pueden exigir un cambio rápido de discurso monetario en función de por dónde sople el viento.