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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Es un problema serio de gestión

Los consejeros de Economía y Finanzas y de Política Territorial y Obras Públicas de la Generalitat de Cataluña y los presidentes de las empresas Endesa y REE comparecieron ayer ante el Parlament para explicar, en lo que atañe a la responsabilidad de cada uno, sus versiones de la crisis de infraestructuras que vive la comunidad autónoma. El problema es que este asunto, en el que hace años llueve sobre mojado, no es una cuestión de versiones, sino, en primer lugar, de inversiones. Y de unas inversiones no sólo suficientes, sino eficazmente decididas, orientadas y ejecutadas. Pero es también, y el tiempo lo confirma cada día que pasa, un serio problema de gestión.

El colapso del servicio eléctrico, la crisis de los trenes de cercanías o los atascos monstruo en las carreteras -problemas por los que Cataluña no es la única perjudicada en el territorio nacional- son inconcebibles no sólo por reiterados, sino porque pese a ello siguen sin medidas preventivas. Un incidente puntual es difícilmente evitable, pero que cientos de miles de ciudadanos se queden sin luz durante días -pese a pagar con su recibo la garantía de suministro-, sufran las carencias de los trenes de cercanías de una empresa pública cada dos por tres o padezcan atascos de horas en una autopista de peaje es inusitado. ¿Acaso no son previsibles los picos de demanda que parecen estar tras todo esto en un país turístico como España, acostumbrado a altas variaciones de uso en las infraestructuras?

No se trata, como intentan remarcar algunas partes interesadas, de un asunto de tacañería presupuestaria. Es un caso de flagrante falta de eficacia, de nula previsión, de exceso de burocracia y de gestión deficiente. La colaboración público-privada en las inversiones en infraestructuras, que siempre hemos propugnado desde estas páginas, ha encontrado en los acontecimientos de estos días su modelo más contrario, aquello que nunca debe ser.

Ver a dos presidentes de empresas del Ibex culparse mutuamente, como ocurrió ayer, de la crisis de suministro eléctrico más importante en la segunda ciudad del país rozaría lo jocoso si no fuera algo tan serio. Y más cuando no explican la causa, que centran en la simple caída de un cable. Es incomprensible que Barcelona no cuente aún con una red eléctrica dotada de mayor flexibilidad cuando se saltan los plomos.

Pero la palma de este desatino se la llevan algunos políticos que, una vez más, se han aplicado la estrategia de escurrir el bulto, culpar a otra Administración y amenazar a las empresas con mano dura. æpermil;stas, conviene recordarlo, operan en el mercado que ellos les diseñan. Desde luego, la solución no va a estar en estrangularlas, ni tampoco en una guerra de responsabilidades o de cifras de inversión. La solución está en no repetir errores ya conocidos, diseñar infraestructuras a largo plazo y establecer criterios con visión de futuro para las empresas. De lo contrario, más pronto que tarde nos encontraremos en otra crisis parecida.

Las infraestructuras son la base del desarrollo económico, y su diseño y mantenimiento requiere, además de presupuesto, altas dosis de inteligencia, sentido práctico y buena gestión. La demanda parlamentaria de luz y taquígrafos se cumplió ayer, ahora hace falta que funcione bien el suministro eléctrico.

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