Más supervisión para más remesas
La ola de inmigración que hace años recibe España se refleja en muchas vertientes de la economía. Entre las más visibles está el crecimiento acelerado del consumo privado, la mayor demanda de vivienda o un desarrollo inédito del mercado laboral. El nuevo cliente inmigrante, un colectivo formado ya por cuatro millones de personas y abierto plenamente al consumo, se ha convertido en objetivo de las empresas. De la importancia del fenómeno dan idea dos datos: el gasto de los inmigrantes supera ya el 10% del total, y se prevé que en 2015 su número se duplicará, hasta ocho millones de personas.
Este desarrollo dota de más importancia a otro aspecto del proceso: las remesas que envían a sus países. La remesas hacen de los inmigrantes actores de cooperación y agentes de desarrollo de sus países. De su trascendencia da idea que su monto es superior al que reciben los países menos avanzados por todas las ayudas al desarrollo. Pero a la vez representan un gran negocio financiero. El Banco de España calcula que en 2006 se remitieron 6.250 millones de euros, de los que sólo un 25% correspondió a las entidades de crédito. El hecho de que el 75% de ese negocio corresponda a las empresas remesadoras indica, por un lado, cierta tardanza en llegar de bancos y cajas y, por otro, la presencia en ese mercado de un buen número de nuevos actores, entre ellos los grandes grupos de distribución.
Alcampo acaba de decidir ofrecer el servicio de remesas en todos sus establecimientos, asociado a Safe Money Transfers. El grupo francés se suma así a iniciativas parecidas de El Corte Inglés, Carrefour o Eroski, dispuestos a aprovechar sus redes para captar este nuevo negocio. No hay duda de que estos grupos ofrecen un solvente respaldo. Pero el importante crecimiento de este negocio aconseja al Banco de España fortalecer cuanto antes la supervisión de las remesadoras y establecer requisitos de solvencia que sirvan de garantía a los clientes y aminoren el riesgo operacional.