La balanza se inclina cada vez más
Después de una caída bursátil como la de ayer, de ésas que asustan, los analistas y los estrategas suelen argumentar que era algo esperado, previsible y que además es positivo, porque la Bolsa había subido mucho. Jamás advierten de que este último recorte marca el comienzo de una fase bajista para la Bolsa. En primer lugar, porque es imposible saber a priori en qué momento el mercado ha alcanzado el máximo definitivo del ciclo. En segundo, porque el desánimo y el pánico no son sentimientos que acompañen habitualmente al mercado salvo en ocasiones muy contadas.
Muchos analistas venían advirtiendo de que la Bolsa, en especial la española, debía corregir antes o después los máximos históricos alcanzados. Es una cuestión de equilibrio en una balanza en la se contraponen el crecimiento de los beneficios, las valoraciones, las perspectivas económicas, el riesgo y la liquidez existente en el sistema financiero.
Y aunque el fondo del mercado es positivo, según argumentan muchos analistas, los factores negativos pesan cada vez más. En el argumentario alcista sobresalen las perspectivas de beneficio, que siguen siendo buenas. Las previsiones macroeconómicas generan sus más y sus menos: Estados Unidos ha entrado en una desaceleración de intensidad aún incierta.
Las valoraciones están cada vez más ajustadas, lo que significa que el riesgo está aumentando. Y luego está la liquidez, que ha sido el soporte que ha apuntalado los máximos a golpe de operaciones corporativas. Pero la fiesta de la liquidez también acaba, y los bancos centrales están en ello.
Sucede que la Bolsa es el mejor activo siempre que no haya otros que rindan lo mismo pero con menos riesgo. De momento no es el caso, pero los tipos de interés a largo plazo están subiendo y el rendimiento de los bonos va ganando atractivo frente a la rentabilidad por dividendo de las empresas. Habrá que ver, entonces, hacia dónde se inclina la balanza.