Chirac, sin pesar
Jacques Chirac ha dejado el poder como lo ejerció durante 12 años: con uno de esos discursos televisados mecánicos y minimalistas a que redujo la palabra presidencial. 'Confianza en el futuro', 'afecto' por los franceses (...) Por última vez, después de tantas otras, ha repetido estas palabras demasiado manidas (...). Quedará, para este artesano metódico y tenaz de su propia carrera, 'el orgullo del deber cumplido'. Y para los franceses, el sentimiento de que, 'sobre los caminos del futuro', Francia se detuvo en marcha durante estos 12 'años Chirac'.
Por supuesto (...) supo rechazar la cruzada estadounidense en Irak y reconocer la 'falta irreparable' del Estado francés en la deportación de los judíos de Francia durante la ocupación. Fueron, es cierto, dos decisiones valientes y justas (...).
¿Pero, en frente, cuántas vacilaciones, fracasos, reformas veleidosas o abortadas? (...).
Jacques Chirac habrá sido el hombre de Corrèze, el feudo al que consagró todos sus cuidados durante 40 años; quiso ser, al final, el hombre de Zambeze, es decir del planeta y de sus catástrofes anunciadas, a los que dedicó algunos discursos lúcidos.
Pero entre las atenciones a Corrèze y los encantamientos planetarios, ¿cómo no constatar que él apenas fue, durante 12 años, el hombre de Francia?