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Banco Mundial

La controvertida carrera de Paul Wolfowitz

Mañana martes puede sellarse su futuro en el Banco Mundial

La cita es mañana ante el consejo de 24 miembros del Banco Mundial. Paul Wolfowitz tendrá que defender su puesto como presidente de esta institución internacional de ayuda a países pobres y rebatir la acusación de haber transgredido las reglas del Banco cuando decidió promocionar a una empleada de la institución Shaha Riza: su novia.

Wolfowitz, cuya dimisión se pide desde casi todas las esquinas del planeta, insiste en que actuó de buena fe y que las reglas del Banco en cuanto a los conflictos de intereses no son claras. El comité ad hoc para su caso no comparte sus razones y le dio hasta el pasado viernes para presentar su defensa antes de que el consejo opte por el inusual paso de hacer una moción de confianza que le obligue a dimitir.

Este caso es la punta de un iceberg que el propio Wolfowitz ha construido antes de chocar contra él. Hay más bajo este escándalo de nepotismo. El que fuera subsecretario de Defensa de EE UU junto con Donald Rumsfeld es un hombre controvertido, que llegó al Banco siendo muy discutido. Y lo continuó siendo.

Su nombre se asocia a la guerra contra Irak. æpermil;l es uno de los arquitectos de esta contienda. La grave situación en el país asiático no ha ayudado a mejorar la imagen de este hombre, divorciado, de 63 años. Wolfowitz es hijo de un matemático, Jacob, que fue profesor universitario y un ferviente sionista. Al propio Paul se le ha querido asociar con la ideología de su padre. Pese a ello ha expresado sus simpatías por los palestinos y tiene buenas relaciones con los árabes reformistas. Habla árabe además de francés, alemán, hebreo y bahasa (fue embajador de EE UU entre 1986 a 1989 en Indonesia).

Es uno de los más prominentes neoconservadores de Estados Unidos. A pesar de que su familia era liberal y él fue votante demócrata, las enseñanzas de uno de los padres del neoconservadurismo, Leo Strauss, y el anticomunista Albert Wohlstetter modelaron su actual posición política. En 1969 conoció a Richard Perle. Su posición pública empezó a emerger en la época de Ronald Reagan. Y en 1992 formó parte de un equipo que escribió una disertación en la que se abogaba por una visión en la que EE UU fuera el único superpoder y mantuviera esa posición por los medios que fuera.

A Bill Clinton le quiso convencer de que había que cambiar el régimen en Irak, algo en lo que tuvo más suerte con George Bush, ya desde el Pentágono bajo las órdenes de Rumsfeld. Acostumbrado a la disciplina jerárquica militar de este ministerio, Wolfowitz llegó al Banco con la intención de convertir en prioridad la lucha contra la corrupción por delante incluso de la lucha contra la pobreza. En su traslado se llevó a dos colaboradores de la Administración Bush especializados en defensa, Kevin Kellems (que dimitió la semana pasada) y Robin Cleveland, que concentraron mucho poder. Ha cancelado préstamos a varios países con criterios que no ha seguido en otros y muchos directivos han optado por marcharse.

Wolfowitz no era popular antes del affair Riza, pero ahora su situación se hace insostenible. En el Banco, los funcionarios llevan un lazo azul con el que reivindican su marcha.

Apoyado por Washington

Paul Wolfowitz se distanció de Donald Rumsfeld por disputas sobre la administración de Irak. Pese a ello, George Bush decidió que fuera él quien presidiera el Banco Mundial, una institución multilateral participada por 185 países y en la que controla más poder Europa (unida) que EE UU.Es norma no escrita que Washington nombra al presidente del Banco y Europa al del FMI. Europa presiona a EE UU para que redacte la carta de dimisión que Wolfowitz no quiere escribir. El viejo continente aporta casi el 60% de los fondos del IDA (de cooperación del Banco) y amenaza con desviarlos a la cooperación de la UE si Wolfowitz no se va. Pese al lobby a su favor hecho por Condoleezza Rice, en Europa sólo se acepta que el Banco siga presidido por un americano si Wolfowitz se va.Para EE UU, un país poco multilateralista, es capital que sea un americano quien lo presida. Por eso los demócratas urgen a Bush a que retire el apoyo a Wolfowitz. De cambiar la estructura de poder, EE UU podría tener con el Banco Mundial la misma difícil relación que tiene con la ONU.

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