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Tribuna
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Francia y Europa

Durante casi dos años, desde el rechazo de la Constitución europea por los referendos francés y holandés en 2005, el análisis del proceso de integración de la Unión Europea ha girado alrededor de un puñado de temas y etapas que se deben cumplir para salir del impasse. Una vez el Consejo Europeo decidiera dejar en suspenso el proceso de ratificación, para irritación de los 18 países que ya han cumplido con su tarea, el muerto era traspasado a la mesa de una presidencia crucial de la Unión Europea y a la espera del resultado de unas elecciones ineludibles.

Coincide ahora la presidencia alemana con las elecciones presidenciales en Francia. Pero todavía no se han ejecutado los pasos definitivos de la estrategia de la canciller Angela Merkel para resucitar el proceso. Tampoco los comicios franceses parecen haber resuelto el enigma acerca de cómo Francia se instalará en el debate constitucional. Pero, por lo menos, la canciller Merkel ha revelado algunas de sus intenciones. Al quedar reducida la contienda francesa a dos candidatos, es posible vislumbrar cómo se comportarían en la presidencia con respecto a la Unión Europea.

La clave reside, por lo tanto, en ver si la más plausible resolución de la tarea de Angela Merkel encaja en la forma de actuar del nuevo inquilino(a) del palacio del Elíseo. Desde Berlín, Merkel ha mandado globos sonda sobre la desaparición de la palabra maldita de Constitución, llamarle al futuro Javier Solana alto comisionado en lugar de ministro, y eliminar los símbolos comunitarios. Estos retoques formarían parte de un paquete que consistiría en la redacción de un minitratado digerible para algunos Gobiernos que lo pudieran aprobar sin referéndum.

Al parecer, este plan coincide de alguna manera con las intenciones de Nicolas Sarkozy, en sintonía con el futuro primer ministro británico Gordon Brown. En este tema, choca con las intenciones (no muy claras) de Ségolène Royal, que presionaría por la inclusión de unas garantías sociales de plena vigencia en Europa, además de aventurar un segundo referéndum.

Obsérvese que la candidata socialista se ha visto presionada por demostrar que está más cerca de aquellos que rechazaron el texto original por ser poco europeísta y defensor de las conquistas sociales y laborales que convirtieron a Francia en modelo y se insertaron en el compromiso de la Unión Europea junto a libertad de mercado. Al mismo tiempo, se ha comprobado que el candidato conservador se ha decantado por las tesis de una Europa descafeinada.

Aunque este sutil desacuerdo no ha sido central en el debate que ambos candidatos han encarado antes de la segunda vuelta definitiva de este domingo, sus puntos de vista sobre la actitud ante el proyecto europeo ha incidido en su respectiva estrategia para cortejar el voto centrista que le dio el 18% a François Bayrou. En esta dimensión, la clave también está en descifrar cuál es la inclinación del voto centrista con respecto a Europa y qué tesis defienden los que apoyaron al hasta hace poco oscuro candidato.

De momento, Ségolène Royal ha lanzado una combinación de reto y petición a François Bayrou para unir fuerzas en lo que sería visto como una socialdemocracia ampliada, con el voto de la ultraizquierda garantizado.

Mientras tanto, desde fuera se ha observado con atención esta contienda y los dirigentes socialistas en el seno de la Unión Europea se han apresurado para renovar su apoyo por Ségo, mientras los democristianos y conservadores apuestan por Sarko. Si la contienda tuviera lugar en Alemania, los ojos se tornarían hacia los liberales, que controlan el voto centrista oscilante. Pero en la última experiencia quedaron fuera por la alianza formada por socialistas y conservadores, con Merkel a la cabeza.

En el caso de que Sarkozy gane y plantee el minitratado, prácticamente reducido a declaraciones generales, se enfrentará a la ira de los países que han invertido considerable energía parlamentaria y en consultas populares. La intención de Royal de plantear un segundo referéndum significa un campo minado de impredecibles consecuencias. De perderlo, sobre todo bajo la oposición de un Sarkozy derrotado, representaría el entierro definitivo del proyecto constitucional.

Gane quien sea en la segunda vuelta, Francia se juega mucho en cuanto a su propia definición e identidad. Un país fracturado, con una dudosa implantación en Europa, sería un golpe más fuerte para la Unión Europea que el rechazo de la Constitución. El 85% del electorado que fue a las urnas en la primera vuelta es una buena señal de intención de influir en quién seguirá liderando no solamente el país, sino también Europa. Si Francia se juega mucho en esta segunda elección, la Unión Europea, mucho más.

Joaquín Roy, Catedrático 'Jean Monnet' y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami

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