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Crónica de Manhattan

La fiebre del oro es ahora de maíz

Acostumbrados a la excentricidad y lo superlativo, los neoyorquinos no son del tipo de gente que se para en la calle para ver algo. Sin embargo, la semana pasada se formó un corrillo frente a un Smart en el barrio de SoHo. La visión del pequeño coche, que Daimler ha empezado a exportar a EE UU, llevó a un curioso a preguntar si era de verdad un coche.

En EE UU no se venden bien los automóviles pequeños o los de bajo consumo. La subida del precio de la gasolina en los últimos años ha cambiado muy poco la pasión por los coches y el consumo no baja. George Bush dice que EE UU es 'adicta al petróleo'. Y no hay motivos para cambiar el diagnóstico. La semana pasada la demanda media de gasolina fue de 9,2 millones de barriles al día, un 1,6% más que el mismo periodo de 2006. Y es más cara. El galón costaba una media de 2,64 dólares frente a los 2,54 del año anterior.

Pese a todo, la eficiencia en el consumo no es la prioridad más acuciante. Es lo que se desprende del comentario de Rick Wagoner, presidente de GM, cuando la semana pasada, tras una reunión de los fabricantes de Detroit con George Bush, dijo que habían hablado 'muy poco' de estándares de consumo por millas. Lo hablen o no, a Bush le preocupa, en cierta medida, y quiere que el Congreso apruebe una legislación en este sentido.

Pero donde ambas partes tienen centrada su visión de futuro es en la diversificación energética. Bush quiere que en 2017 se usen 35.000 millones de galones de combustible distintos a la gasolina, específicamente biocombustibles. Los fabricantes tienen seis millones de coches en el mercado que pueden usar E85 (85% de etanol y el resto, de gasolina) y pueden lanzar más. Hasta las carreras de IndyCar, la versión americana de la Fórmula 1, se correrán este año sólo con coches que consumen E85.

El etanol es un alcohol derivado de varias fuentes, pero en EE UU es el maíz la materia prima.

Las esperanzas energéticas depositadas en la mazorca han duplicado desde el año pasado el precio de una fanega, que llevaba más de una década estancado. Así las cosas, este grano ha creado una fiebre similar a la que llevó al Oeste a los buscadores de oro en el siglo XIX. No es infrecuente oír que es mejor invertir en unas hectáreas en Indiana que en una casa en la carísima Nueva York. Según el Departamento de Agricultura, para esta temporada hay planes de cultivar 90.454 millones de acres de maíz, un 15% más que en 2006, y, de hecho, más que nunca desde 1944. Si el tiempo acompaña y abril es seco, la cosecha será la mayor del último medio siglo.

El informe de previsiones de cosechas, que hasta ahora no era relevante más allá de las granjas del Midwest, provocó el viernes una moderada caída en la cotización del maíz. Son buenas noticias para los productores de alimentos y bebidas, que ven cómo la que también es su materia prima, la comida de aves y vacas además del azúcar de sus sodas, se ha encarecido.

El alivio puede ser temporal. La producción de etanol, a la que se dedicó el 20% de la cosecha del año pasado, es aún escasa para el volumen de vehículos y apenas un 1% de las estaciones de servicio del país lo provee. Además es aún muy caro. Pero si el desarrollo de otras alternativas, como el coche eléctrico, el de hidrógeno o los híbridos, no está tan favorecido por la Administración y los fabricantes de coches, el maíz se convertirá durante unos años en el nuevo oro.

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