Un arreglo médico vacío
En su libro La audacia de la esperanza, el precandidato a la presidencia Barack Obama recuerda su conversación con Tim Wheeler, un obrero de la siderurgia en paro en Galesburg (Illinois). El problema de Tim era que su hijo necesitaba un trasplante y él no tenía seguro, puesto que no se quedó sin trabajo. El Medicaid, el servicio médico estatal para los pobres, no le daba una respuesta sobre si le cubriría los gastos de semejante tratamiento y a él se le acababan los ahorros.
Obama se unió el viernes al coro de precandidatos demócratas y reivindicó la necesidad de que en EE UU hubiera cobertura universal médica que incluyera a los 47 millones de personas que actualmente no tienen seguro. En este país sólo hay sanidad pública para los pobres y los mayores de 65 años (Medicare), el resto es privado y normalmente lo ofrece el empresario. Cuando se pierde el empleo, se suele perder el seguro. Ahora hay trabajos que ya no llegan con seguro. Pese a sus deficiencias, EE UU es el país en el que más se gasta en sanidad y los costes son más elevados.
Aunque son conscientes de que es necesario y urgente resolver este problema social, los precandidatos demócratas no han dado todavía muchas pistas de cómo solucionarlo, por lo que más allá de la retórica hay pocas alternativas federales, de momento.
En los estados sí hay más respuesta. Los Gobernadores de Massachusetts, Nueva York y California quieren universalizar la sanidad en sus estados, pero la mayoría de los planes giran alrededor de ofertas de seguros privados baratos o subsidiados a los que todos puedan tener acceso, no de una medicina pública como en Europa.
George Bush ha querido plantear, de nuevo, una solución, visto que es actualmente el problema nacional que más preocupa. En el Discurso sobre el Estado de la Unión, el martes, el presidente propuso deducciones fiscales para animar a quienes no se pueden permitir suscribir su propio seguro privado. Para que no haya impacto negativo en el presupuesto, y dado que realmente no hay dinero, estas deducciones se compensarían con impuestos adicionales a quienes tienen mejor y, por tanto, más cara cobertura. Afectaría a muchos empleados de la automoción, por ejemplo.
Los sindicatos y el Partido Demócrata se oponen a ello porque creen que empezaría el verdadero final de la oferta de seguro con la de trabajo y cada vez más personas tendrían que pagárselo por su cuenta. Por otro lado, al penalizar fiscalmente a quienes tienen un seguro médico generoso se eleva la factura a quienes por motivos médicos necesitan un mayor (y más caro) cuidado. El plan tiene, además, una deficiencia fundamental, y es que quien tiene tan poco como para no poder permitirse un seguro, no tributa.
Stephen Colbert, el rey de la sátira inteligente, explicaba en la televisión el miércoles el proyecto de Bush: 'Es simple: la mayoría de los que no pueden permitirse un seguro de salud (privado) es demasiado pobre para pagar impuestos, pero si se les da una deducción en los impuestos que no deben, pueden usar el dinero que no les será devuelto, porque nunca lo abonaron, para comprar el seguro de salud que no pueden permitirse'. La audiencia rompió en carcajadas ante lo vacuo que sonaba el plan en palabras de Colbert.
Y, la verdad, tiene gracia, al menos hasta que uno ha de pagar de su bolsillo el seguro más barato (300 dólares mensuales) o ir al médico sin él. O se es Tim Wheeler.