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Adolf Todó

'Se abren oportunidades para los creativos'

Ha escrito El gran horizonte, una fábula dirigida a su hija adolescente, a quien pretende orientar ante un futuro complejo y lleno de incertidumbres y a la que aconseja que empiece a ser responsable y dueña de su propio destino.

Doctor en Economía por la Universidad de California-San Diego, ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona. Adolf Todó, de 51 años y natural de La Bauma (Barcelona), ha desglosado, junto al jefe de gabinete de presidencia de Caixa Manresa, Ramón Carrete, las claves para aprovechar las oportunidades que ofrece el cambio. Es cuestión de actitud.

¿Qué grandes cambios deben afrontar las empresas para sacar partido al momento que se les presenta?

No se trata tanto de cambiar como de acelerar los cambios. æpermil;stos van deprisa y exigen tener iniciativa y una mentalidad abierta. Es necesario pensar sin restricciones, como dice Ferran Adrià, ver las cosas desde ángulos diferentes. Es necesario ver las oportunidades allí donde nadie las ve. Lo de 'a río revuelto, ganancia de pescadores', es para todos los que tengan el cebo preparado para poder competir.

'La globalización la venden en negativo, como amenaza. Hay que venderla con IVA, de forma transparente, con ideas y valores '

'Una sociedad productiva es aquella que trabaja, que crea. Muchas horas presenciales no van asociadas a una mayor productividad'

¿Qué significa ser competitivo?

Fundamentalmente, encontrar una oportunidad que otros no han visto. Todos hacen casi todo y casi todo bien, pero es necesario buscar oportunidades, visionar las cosas desde diferentes ópticas. El problema que existe es de actitud para buscar oportunidades. Los cambios no son incrementales, han de ser rompedores. Es necesario hacer las mismas cosas que se hacen pero desde otro paradigma. Por ejemplo, con el tema de las hipotecas, ¿cómo se puede ser innovador? Pues, ofreciendo préstamos a 40 años a tipo fijo. Hoy, ofrecer un servicio de toda la vida, pero desde distinto punto de vista, es posible. Para ser diferente no hace falta ser grande, sino imaginativo y rápido.

Parece que, si no se compite a nivel global, no hay nada que hacer.

El discurso está en que, en un mundo global, sólo los grandes van a tener espacio, y estoy seguro de que no es así. El mercado está cada vez menos regulado, y se abren más oportunidades para aquellos que encuentran un nicho y una especialización. Los recursos más escasos que existen son la inteligencia, la pasión y las emociones.

En su libro El gran horizonte hace hincapié en estos temas.

Sí, porque uno tiene que saber que, cuando el río baja revuelto, el máximo responsable es uno mismo. Hay que tener sueños de mejora, ganas de hacer bien las cosas. Martin Luther King hablaba a las personas de raza negra y los invitaba a luchar por las libertades, pero nunca dijo que tenía un plan estratégico a cuatro años. En cambio, sí dijo que tenía un sueño, que movilizó a la sociedad americana. Estamos en una encrucijada interesante.

¿Por qué?

Precisamente, uno de los motivos por los que he escrito este libro es porque va dirigido a los jóvenes. Tanto Ramón Carreté coautor como yo lo hemos escrito pensando en nuestras hijas. El futuro será de los jóvenes, el mundo está en sus manos, y lo hemos querido centrar en las personas como eje y motor del mundo. Las empresas están formadas por las mejores personas. Intentamos ser optimistas y creer que las personas pueden cambiar las cosas. Alguna gente me ha dicho que se trata de un libro utópico.

¿En qué se basan para realizar tal afirmación?

Tal vez porque se basa en las personas. Yo soy director de Caixa Manresa a tiempo parcial y una persona a tiempo completo. El libro está escrito como persona. Es necesario entender la utopía como responsabilidad individual. La globalización la venden, por ejemplo, en negativo, como amenaza, injusticias o desigualdades. Y hay que venderla con IVA, de forma transparente, esto quiere decir con ideas, valores y actitudes que puedan ayudar al conjunto de la sociedad a afrontar los retos, problemas y desigualdades con optimismo.

Usted asegura que mucha actividad no siempre va ligada a productividad.

Nosotros tenemos el peligro de la baja productividad. Uno tiene que priorizar, encontrar tiempo para equilibrar vida personal y trabajo. Cuando se trabaja hay que estar concentrado en lo que se hace. Detrás de una jornada de 35 horas hay un argumento falaz. Lo que hay que perseguir es tender a tener más horas de vida propia. Una sociedad productiva es aquella que trabaja, que crea. Muchas horas presenciales no van asociadas a una mayor productividad.

'Algunos directivos se creen dioses del Olimpo'

¿Qué riesgos acechan a los ejecutivos?Gestionar tiene que ver con presupuestos, obtención de resultados, y el gran riesgo es pensar que con todo esto es suficiente. La vorágine del día a día nos lleva a pensar que nos olvidamos de liderar. En un mundo de incertidumbre se necesita liderazgo a muchos niveles, no sólo en la empresa, sino también dentro de la familia. Todo esto no tiene que ver con los presupuestos, tiene que ver con las emociones, con la visión, con lo que mueve a las personas a trabajar a gusto. Es imposible que la gente esté motivada si no se comparte, y eso sólo se consigue con información. Hay que saber comunicar e informar a la gente.

¿Son brillantes nuestros gestores?Algunos se creen dioses del Olimpo, pero los mejores son normales, ordenados. Creo poco en los que son brillantes porque te deslumbran y no llegas a ver el camino y no puedes andar. Creo en los gestores que iluminan el camino, son más sostenibles en el tiempo. Recuerdo una conferencia del anterior presidente de General Electric, Jack Welch, que ya en 1981 hablaba de nanosegundos. Decía que el mundo iba a ir tan deprisa que tendríamos que tomar decisiones en nanosegundos. Eso es iluminar el futuro.

Pero los ejecutivos, y el ser humano en general, suelen estar más cómodos en su zona de confort, en lo conocido.Pero eso no es atractivo. La comodidad es muy aburrida. Las cosas cambian, y tienes minutos, horas y días en los que tienes que aprender cosas nuevas que te permiten conocer otras perspectivas. Los niños, por ejemplo, lloran cuando no les cambias de juego. ¿Por qué tenemos que dejar de ser niños? Hay que intentar sacarle a todo el jugo.

Dígame por qué tendría que leer su libro.Porque no es un libro de autoayuda, aunque a mí me haya ayudado a reflexionar sobre cosas que no pasan cada día y sobre las que no encontraba tiempo para pensar. El libro narra una serie de reflexiones de una realidad que se presenta rica en oportunidades, da las claves para sacarle jugo a esas oportunidades. Necesitamos que actúe más el corazón, y lo dice una persona ligada a resultados.

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