Friedman-Keynes: de la ruptura a la convergencia
El fallecido padre del monetarismo lideró la crítica a la intervención pública keynesiana. Pero la práctica acabó sintetizando sus ideas
Con Milton Friedman moría el jueves uno de los últimos grandes economistas del siglo XX. Sus teorías liberales y monetaristas, antecesoras de la independencia de los bancos centrales, representaron la réplica más tenaz a la corriente que dominó occidente desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años setenta: el keynesianismo.
El británico John Maynard Keynes revolucionó la teoría económica al rehuir el modelo liberal y abogar por la intervención pública para evitar crisis como el crac del 29. Según su visión, un aumento del gasto público o una reducción de impuestos pueden servir para mitigar las recesiones, y los movimientos contrarios evitan el sobrecalentamiento de la economía. Desde los años cincuenta, los gobiernos socialdemócratas imperantes aplicaron parte de las recetas con gran éxito en términos de crecimiento, al tiempo que establecían las bases del Estado del Bienestar.
Los felices años de desarrollo en Europa y Estados Unidos se truncaron con las crisis energéticas de los 70, que cuestionaron el modelo keynesiano al hacer coincidir recesiones económicas con inflación. Entonces encontraron sitio las teorías capitaneadas por Friedman, que pedían la vuelta al mercado puro -a la manera del liberalismo clásico- y la inhibición del Estado en la economía.
Como explica Francesc Xavier Mena, catedrático de Economía de ESADE, la crítica de Friedman no iba tanto contra la teoría de Keynes como frente a su aplicación práctica. La mayoría de los gobiernos se olvidaron de ahorrar en tiempos de vacas gordas, incurriendo en déficits estructurales y no logrando el equilibrio a largo plazo deseado por Keynes. La revolución conservadora de los años 80, capitaneada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, supuso el apogeo teórico de Friedman y la tesis de Adam Smith de dos siglos atrás: 'la mano invisible del mercado' es quien mejor asigna los recursos.
Friedman asesoró a la Dama de Hierro, que desmanteló en el Reino Unido las empresas públicas y redujo el gasto. Su homólogo al otro lado del Atlántico, Reagan, también se apoyó en él, aunque fue más laxo por su afán militarista. La influencia de Friedman llegó también a los tecnócratas de la dictadura de Pinochet en Chile, y, tras la caída del muro de Berlín, aceleró la vuelta al capitalismo de Polonia, Hungría o Chequia.
Monetarismo y bancos centrales
En paralelo a su defensa del mercado, Friedman fue apreciado en los círculos económicos por el monetarismo, según el cual el dinero en circulación acaba trasladándose a los precios. Su receta para contener la inflación era limitar el crecimiento de la masa monetaria a un avance constante. Nadie la llevó a la práctica, aunque su aportación supuso el embrión de la profesionalización e independencia de los bancos centrales frente a los políticos, al uso de la Reserva Federal de EE UU o el BCE.
El monetarismo fue la verdadera aportación de Friedman, y por ella recibió el Nobel. Emilio Ontiveros, director de AFI, sostiene que su talla como economista queda en un plano menor que el de Keynes, 'el número uno incontrovertible'. El analista sitúa a Friedman en el escalón siguiente, junto a autores como Schumpeter, Samuelson o Sollow. Su especial notoriedad, según Ontiveros, proviene de su 'beligerancia política'.
En ese plano, el furor conservador fue dando paso a una aceptación por la derecha económica de la intervención estatal en casos de crisis, a la manera keynesiana. Paradójicamente, en un país como Estados Unidos los gobiernos más proclives al déficit han sido conservadores (como el de George Bush), mientras los demócratas han demostrado ser más escrupulosos con el equilibrio.
Desde los 90 la corriente dominante en la práctica es una simbiosis de Keynes y Friedman: el Estado interviene en el plano fiscal para buscar el equilibrio en el ciclo, la política monetaria queda en manos independientes, se fomenta la competencia y se privatizan empresas públicas. La convergencia tiene un buen ejemplo en España: los programas económicos de Pedro Solbes y Rodrigo Rato serían difíciles de distinguir si no fuera por las siglas que representan.
Jugador de bolsa y defensor del Estado
Considerado el fundador de la macroeconomía, el británico John Maynard Keynes (1883-1946) revolucionó la doctrina al discutir que el mercado pueda llegar a un equilibrio sin desempleo. En su Teoría General del Interés y el Dinero (1936) introdujo el concepto de demanda agregada y defendió la intervención estatal para mitigar las recesiones. El filósofo Bernard Russell dijo de él que era el hombre más inteligente que había conocido. Keynes fue, además, un excelente inversor: entre 1928 y 1945 gestionó un fondo en nombre del King's College de Cambridge que se revalorizó 26 veces más que el índice general de Londres. Su método: pocos valores, empresas conocidas y aguantar las duras y las maduras.
Liberal hasta legalizar el tráfico de drogas
Nacido en Nueva York, Milton Friedman (1912-2006) recibió el Nobel de Economía en 1974 por su teoría monetarista, que relaciona el dinero en circulación con los precios. Derivado de la misma, acuñó el término nairu (tasa natural de desempleo, que no puede reducirse sin crear inflación). Su notoriedad se ha debido, en buena medida, a su influencia sobre varios representantes políticos de la revolución conservadora. Defendió con devoción al mercado y excluyó cualquier intervención pública en la economía.Friedman no tuvo problemas para afrontar la incorrección política: llegó a criticar las políticas antidroga estadounidenses calificándolas de 'subvención a las mafias', y pidió la supresión del permiso de conducir.