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EE UU

Bush se la juega en las elecciones al Congreso

El presidente George Bush se la juega el próximo 7 de noviembre. Su nombre no está en ninguna papeleta por que en ellas están los de los candidatos al Congreso (los 435 miembros de la cámara de Representantes, o cámara baja, y un tercio del Senado, 33 escaños, en concreto). En algunos estados, también se decide quiénes serán sus gobernadores, sus parlamentos regionales y algunas proposiciones de ley. Pese a todo, estas elecciones se han planteado como un voto de confianza a la Administración Bush y las perspectivas no le son favorables.

Lo dicen las encuestas en las que su popularidad no llega al 40%. Y lo dicen las estimaciones de voto que apuntan a que, pese a que muchos de los intereses en estas elecciones son locales (a diferencia de las presidenciales), las preocupaciones de los ciudadanos se centran en cuestiones de carácter nacional e internacional. Y se detectan aires de cambio que podrían devolver la mayoría en el Congreso al partido demócrata, algo que no pasa desde 1994, y complicar o estancar aún más la agenda a Bush para el resto de la legislatura.

La guerra de Irak y la desconfianza en la capacidad de gestión del Gobierno en un asunto clave para la seguridad nacional, es el protagonista de las elecciones. La crisis de confianza se extiende a otras esferas de actuación y muchos ciudadanos creen que los demócratas pueden hacer un mejor trabajo nacional e internacionalmente. Ni en el campo económico, los republicanos convencen.

Tienen pocas ocasiones para ello porque los ciudadanos no están esta vez interesados en celebrar el buen momento económico, sino en ver el fin de Irak, particularmente en un mes en el que más de 100 militares han perdido la vida en ese país. No obstante, los candidatos republicanos, el presidente y el vicepresidente, Dick Cheney, se han lanzado a la campaña con el mensaje de que el país va bien, el Dow Jones ha consolidado los 12.000 puntos, el paro ha bajado y la gasolina también.

En la calle, este mensaje de euforia cala mal. Los ciudadanos ven como sus salarios reales han subido menos de un 0,9% en los últimos cinco años cuando la productividad lo ha hecho en un 3%. Además, los trabajadores perciben que cada vez tienen peores o más caros seguros médicos, el coste de la educación está disparado y sus pensiones se convierten en cuentas de ahorros.

Los demócratas y una creciente ola de independientes han acercado su discurso a estas preocupaciones. Además proponen financiar la investigación con células madre, derogar parte de la reforma del Medicare (sanidad para la tercera edad) para que el Estado pueda negociar precios con las farmacéuticas, mejorar la eficiencia energética, subir el salario mínimo, estudiar una propuesta de regulador global de mercados, mantener sin cambios la ley Sarbox de gobierno corporativo, y sobre todo, proponer una estrategia de retirada en Irak.

Los republicanos han advertido a los ciudadanos que sus adversarios quieren subir los impuestos que ellos bajaron. 'La economía está fuerte y tenemos un plan para Irak', dijo Bush a la CNBC, 'los otros, subirán los impuestos y no tienen un plan de victoria en Irak'.

Curiosamente, los demócratas se han cuidado mucho de decir que eliminarán las rebajas fiscales que tanto han criticado. Primero porque tendrán problemas para hacerlo ya que muchos de sus candidatos más inclinados a la derecha están a favor de ellos. En segundo lugar, por que es una mala política de relaciones públicas cuando en dos años más se puede conseguir la presidencia y porque Bush puede vetarlos.

Beneficiar a la clase media

Lo que los demócratas quieren es no renovar la mayoría de ellos cuando en 2010 expiren. Quieren mantener los que benefician a la clase media y acabar con las rebajas a los dividendos y otros que benefician a las empresas.

De lo que hablan, en concreto Charles Rangel, demócrata de Nueva York es del más complicado problema del AMT. Este es un impuesto creado en 1969 para impedir que los muy ricos no pagaran impuestos. No está ligado a la inflación y cada vez afecta a más, en concreto, a 3,8 millones de hogares en 2006 y en 2007 a seis veces esta cantidad si no se enmienda. Bush quiso hacerlo en el contexto de la reforma de la ley tributaria, que como la mayoría de sus proyectos no ha visto la luz en la legislatura. Rangel dice que hay que enmendarlo, pero los 1.35 billones que no se recaudarán con el AMT en 10 años si este se reforma tienen que venir de otro lado, eliminando los recortes de Bush. Es entonces cuando Cheney acusa a Rangel, que puede presidir el comité fiscal, de querer subir los impuestos.

Muchos técnicos están con el demócrata: el doble de hogares pagará el gravoso AMT si los recortes de Bush se mantienen y hay que reformarlo. Los electores, que vieron como el padre de Bush tuvo que subir los impuestos que bajó Ronald Reagan, deciden.

Gasolina barata para las urnas

Cuando la gasolina sube, la popularidad del partido en el poder baja. Es una regla casi inmutable de la política de EE UU. Lo del casi es porque todas las reglas tienen excepción. Tras un verano con precios disparados, la gasolina ha bajado y los republicanos lo recuerdan. Pero muchos ciudadanos, no todos ellos votantes, creen que esta bajada es electoralista. Hasta un 42% cree que Bush tiene mano en el precio.

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