Cotizando desde 1831
El 20 de octubre de 1831 tuvo lugar la primera sesión de la Bolsa de Madrid y hoy la celebración del aniversario coincide con un mercado en máximos históricos
Hace 175 años, durante una de las épocas más convulsas de la historia moderna de España, nació la Bolsa de Madrid. Reinaba Fernando VII, que llegó al poder tras el fin de la Guerra de Independencia contra los franceses y a cuya muerte sin descendencia sucedería la Primera Guerra Carlista. La coronación de El Deseado, apodado así por el clamor popular que suscitó su figura tras el cautiverio que sufrió durante la guerra, sucedió a la expulsión definitiva de José Bonaparte en 1813, nombrado rey de España por su hermano Napoleón en 1808.
Fernando VII heredó una España cargada de deudas públicas, arrastradas de los conflictos bélicos de los reinados de su padre y su abuelo Carlos III. De hecho, entonces ya se negociaba la ingente deuda española en las plazas de París y Londres.
Las ventajas de crear una institución propia florecieron pronto. El 20 de octubre de 1831 los primeros agentes de cambio y Bolsa hicieron historia. Nacía la Bolsa de Madrid. Una idea que venía fraguándose desde hacía años. El precursor más próximo se produjo en 1780 con la emisión de Vales Reales, títulos que fueron declarados deuda pública en 1800. El propio José Bonaparte realizó el primer intento serio en 1809, una iniciativa interrumpida por la guerra.
España contaba también con antecedentes en la Edad Media en las casas de contratación y las lonjas, lugares destinados a las reuniones de comerciantes para intercambiar productos y alcanzar acuerdos. Y ya desde el siglo XVI existían los corredores de Cambio, de Lonja, de Vales Reales o de Aduanas.
En su infancia la Bolsa de Madrid, sin embargo, era una institución desconocida por el gran público. La falta de desarrollo del sistema financiero español, algo que no llegó hasta las últimas décadas del siglo XIX, unido al escaso empuje industrial y la inestabilidad política dificultaron su desarrollo.
Los primeros años de vida de la Bolsa estuvieron estrechamente ligados a la negociación de la deuda estatal. Las empresas cotizadas tenían una representación testimonial, títulos, además, bastante desprestigiados. El Banco de San Fernando, una minera, una empresa de seguros y tres de servicios generales resumían el panorama bursátil de la primera mitad del siglo XIX.
Una época, que también vio el primer boom bursátil (1844-1846) con la llegada de magnates como Urquijo, Buschental, Remisa, Pastor, Sartorius o González Bravo. El marqués de Salamanca, el primer auténtico rey de la Bolsa, principal constructor de ferrocarriles y promotor inmobiliario, llevó la Bolsa a las masas y disparó la especulación, al introducir las operaciones a plazo.
En 1855 la llegada de la Ley de Ferrocarriles y la de Bancos y Sociedades facilita la aparición de sociedades anónimas y supone el florecimiento en Bolsa de estas empresas. En 1868, además del Banco de España, nueve bancos o sociedades de crédito, 17 empresas de ferrocarriles y 34 empresas mineras y de servicios públicos completaban la lista de empresas cotizadas.
La presencia extranjera fue decisiva para facilitar este desarrollo, al igual que en los ferrocarriles y las minas, alcanzando su máxima expresión con la llegada de los Rothschild y los Péreire, familias que encontraron facilidades para desarrollar sus negocios en un país que ayudaba a aquellos que le concedieran créditos.
Las acciones, en segundo plano
La negociación de títulos industriales y agrícolas, sin embargo, seguía en un segundo plano. Los problemas económicos del Estado persistieron en la segunda mitad del siglo (1850-1890) y la emisión de deuda cobró mucha relevancia. Hasta los primeros años del siglo XX la contratación de acciones apenas suponía el 1% del total.
El impulso para la Bolsa llegó con el nuevo siglo y una vez superada la crisis generada por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898. En los primeros 20 años el número de empresas cotizadas se multiplicó hasta 121 con especial crecimiento en empresas eléctricas, algún banco y empresas industriales. El peso de la renta variable suponía ya el 40% del total. Títulos como Banco Hispano, Banesto, Central, Explosivo, Duro Felguera, Azucarera o Altos Hornos se intercambiaban con regularidad. La Primera Guerra Mundial no resultó impedimento y dio lugar a un periodo de expansión.
El precio que se pagó fue la crisis económica europea de la posguerra pero después llegó la recuperación, que persistió hasta el crac de la Bolsa de Nueva York en 1929, un evento que en sí apenas tuvo repercusión inmediata, pero que desembocó en años marcados por la inestabilidad. La dictadura militar de Primo de Rivera (1923-1930), pese a impulsar la industria, la banca y la Bolsa, creó un clima de tensión social que desencadenó ejercicios difíciles para la Bolsa.
Los años de la Segunda República (1931-1936), marcados por la agitación política y social que precedió a la Guerra Civil española, fueron testigos de fuertes caídas bursátiles, agravadas por la crisis financiera internacional y el escaso desarrollo de la industria.
Después de la Guerra Civil, que mantuvo la Bolsa cerrada entre 1936 y 1940, la llegada del sector inmobiliario animó a los inversores. Un ciclo alcista que se vio interrumpido por la Segunda Guerra mundial, pero que se retomó tras la apertura de España al exterior en 1953. El famoso discurso del ministro Guall Villalbi en contra de la Bolsa en 1957 tuvo efectos negativos pero, a partir de 1959, con la puesta en marcha del Plan de Estabilización, comenzó un periodo de subidas continuadas.
En 1988 llega la modernización
La muerte de Franco en 1975 provocó fuertes caídas, y la transición dio paso a un periodo de inestabilidad que se vio agravado por la primera gran crisis del petróleo. Años difíciles que se vieron sucedidos por tiempos mejores. El paso de la dictadura a la democracia supuso un gran cambio político y financiero. La apertura de España al exterior y su ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1986 dieron un gran impulso a la economía y a la Bolsa.
La Ley del Mercado de Valores de 1988 fue el gran revulsivo. Los centenarios agentes de cambio y Bolsa, principales operarios en la tradicional negociación de corros, se vieron sustituidos por las sociedades y agencias de valores actuales. Un paso que abrió el negocio y facilitó la expansión internacional.
Las mejoras técnicas y la entrada de capitales extranjeros supusieron dos puntos de apoyo cruciales. Una época que contó también con la entrada del pequeño inversión gracias a la regulación de fondos de 1990 y a las primeras privatizaciones.
El aniversario de la Bolsa coincide con una época de bonanza. El mercado se mueve en zona de máximos con volúmenes de contratación récord. Una situación derivada de la llegada de la negociación electrónica en 1988. 'Hoy en una sola sesión se negocia el 1% del PIB', señalaba Antonio Zoido, presidente de BME, en la comida conmemorativa celebrada el viernes.
En 1992 el nacimiento del Ibex fue un hito más al que se han ido sumando otros como la integración de la Bolsa en el holding Bolsas y Mercados Españoles, y su salto al parqué en julio de 2006. A partir de ahora queda por ver cuánto dura su independencia en un sector que vive un agitado proceso de consolidación en el que ganar tamaño se ha convertido en una prioridad para no quedarse fuera.
Un largo peregrinaje hasta su sede actual
La Bolsa de Madrid ha vivido un largo peregrinaje por el centro de la capital hasta ocupar su sede actual. La primera sesión tuvo lugar el 20 de octubre de 1831 en la plazuela del Ángel, situada entre la calle Carretas y de la Cruz. Un emplazamiento que resultó muy provisional. En 1832 se trasladó a la Casa de Filipinas, también en la calle Carretas, para pasar después al claustro del Convento de San Martín y en 1846 al antiguo monasterio de las monjas Bernardas o Ballecas en la calle Alcalá esquina Peligros. Un año más se traslada al convento de Los Basilios en la calle Desengaño. Durante los 43 años siguientes se instaló en la Aduana Vieja en la plaza del mismo nombre y en 1850 a la Plazuela de la Leña. No será hasta 1893 que ocupa su lugar actual en el palacio de la plaza de la Lealtad, su sede representativa y lugar que aún acoge la negociación de corros. Un largo viaje que concluye este año con el traslado de la práctica totalidad de la negociación a su nueva sede operativa en Las Rozas.