Emergentes y materias primas
Los analistas más cautos, los que andan habitualmente a la caza de activos sobrevalorados, hablan últimamente de materias primas. En un sentido amplio. No petróleo, cobre, níquel y gas natural. Extienden la sobrevaloración a metales preciosos y productos agrícolas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte las materias primas han registrado las mayores caídas desde el lejano 1988 -año de los juegos Olímpicos de Seúl-, y fondos de inversión que se habían apalancado en extremo para exprimir las subidas han quebrado porque el mercado no ha hecho lo que ellos querían que hiciese.
No obstante, los mercados emergentes se ven de otra forma. Las cuentas están más saneadas que años atrás y, sobre todo, la percepción del riesgo ha cambiado. Hace sólo cuatro años los expertos de Goldman Sachs señalaban que Lula era 'de extrema izquierda'. El tiempo ha quitado la razón a estos y otros agoreros y, al contrario, Brasil ha proporcionado jugosos rendimientos a los inversores. Ello es tan fruto de la recuperación económica internacional como de las políticas ortodoxas -nada más lejos de la extrema izquierda- del presidente brasileño.
No obstante, estos mercados emergentes también han aprovechado en buena medida el auge de las materias primas, pues muchos de ellos son países exportadores. Un eventual pinchazo del mercado alcista en este tipo de activos financieros puede afectar a las economías emergentes.
Queda la duda de hasta qué punto. Es decir, de en qué medida depende la actividad de estos países de los precios de los materiales, y en qué medida esta actividad puede reflejarse en los mercados. Pero el principal riesgo sigue siendo el de siempre, el de la profecía autocumplida. De que los inversores se atemoricen por el efecto que puedan tener las materias primas sobre los mercados emergentes y que sea este miedo el que provoque precisamente aquello que se temían.