Medidas para la seguridad aérea
La aviación comercial ha sido objeto de ataques terroristas desde los años setenta del siglo XX, y la industria y las autoridades han respondido a la amenaza de secuestros, sabotajes y bombas con una creciente barrera de seguridad. Los pasajeros han aceptado trámites, cacheos e, incluso, interrogatorios, como un inevitable engorro que se ha interpuesto entre su pasaje y el medio de transporte más rápido del mundo. Es imposible determinar cuántos atentados se han evitado con todas estas medidas. Pero la necesidad de impedir el menor incidente en un artefacto tan sensible como el avión justifica que la precaución se extreme hasta un punto casi obsesivo.
Pero la cautela no puede convertirse en paranoia. Y las autoridades de seguridad aérea que se reúnen hoy en Bruselas para estudiar el endurecimiento del control de los equipajes de mano deben ser conscientes de la fina línea que separa la reacción histérica de la respuesta ponderada.
Los 25 se reúnen, a instancias de la Comisión Europea, para estudiar la posible prohibición de líquidos en el equipaje de mano de los pasajeros, una nueva restricción que se presenta como consecuencia de la amenaza terrorista desarticulada este verano en Londres. La propia Comisión, sin embargo, asegura que todavía no se dispone de evidencias científicas que justifiquen una medida tan drástica, porque no se ha determinado qué tipo de sustancias son potencialmente peligros ni en qué cantidad deberían transportarse para plantear una amenaza.
Los 25 deben buscar el equilibrio entre la seguridad, la eficiencia económica para el sector aéreo y aeroportuario, y la comodidad de los pasajeros. Es una tarea delicada que debe basarse en análisis técnicos sobre los potenciales riesgos en ciernes. En todo caso, la Comisión debe garantizar que las medidas que se adopten son de obligado cumplimiento en toda la UE. Y evitar que la reacción extrema de algunas capitales acabe fragmentando el espacio aéreo europeo con restricciones o controles arbitrarios.