El derecho a volar
Escribo estas líneas desde mi lugar de vacaciones, pocas horas después de conocer por los medios de comunicación la desarticulación en el Reino Unido de una presunta red terrorista que pretendía hacer estallar una serie de aviones en pleno vuelo. Escribo todavía impresionado por el alcance y la magnitud que habrían tenido estos atentados, de no haber sido abortados. Afortunadamente en esta ocasión no tenemos que llorar a las víctimas. Y escribo también preocupado por las graves consecuencias que amenazas de este tipo tienen en lo inmediato para las compañías aéreas.
Tres primeras reflexiones ante lo ocurrido. Una, las fuerzas de seguridad británicas han evitado con su intervención una terrible masacre, la seguridad ha funcionado. Dos, el terrorismo es una amenaza global, que tiene consecuencias globales, y que requiere soluciones igualmente globales. Y tres, un medio de transporte ha sido de nuevo el objetivo elegido por los terroristas.
El Estado, en este caso el Reino Unido, en el uso de sus competencias en materia de seguridad (security/protección), ha activado sus mecanismos para salvaguardar la vida y los derechos ciudadanos. Los efectos de esta acción se dejan sentir sobre pasajeros y aeropuertos de todo el mundo. El efecto dominó se extiende a toda la aldea global. Los medios de transporte parecen haberse convertido en el blanco por excelencia del terrorismo internacional (Nueva York, Madrid, Londres, Bombay). Con ello, además del asesinato indiscriminado de inocentes, persigue alterar la actividad cotidiana de cientos de miles de personas; limitar su derecho al trabajo, a la libre circulación; perturbar su ocio. Y volar ha dejado de ser un lujo, se ha convertido algo habitual, cotidiano en la vida de muchas familias.
Los costes en materia de seguridad sobrepasan los límites asumibles por las compañías aéreas
La industria del transporte aéreo es especialmente sensible a la intimidación terrorista. Además de sus cruentas consecuencias, los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York obligaron a las principales aerolíneas norteamericanas a cobijarse bajo el paraguas de la protectora Ley de Quiebras. Entre 2002 y 2004 la industria aeronáutica norteamericana recibió ayudas públicas por un importe de casi 32.000 millones de euros en nombre de la seguridad. En Europa, por el contrario, las compañías aéreas afrontan sin este tipo de ayudas difíciles coyunturas geopolíticas y los cambios estructurales del mercado.
Conviene recordar que el margen medio de explotación de las compañías aéreas se sitúa entre el 2% y el 6%, según el ciclo económico. Un margen muy estrecho que condiciona su capacidad de respuesta ante situaciones adversas como la vivida este jueves. Nada más conocerse la noticia, el riesgo de posibles nuevos atentados provocaba una fuerte caída de las cotizaciones de las más importantes aerolíneas europeas y del consorcio aeroespacial EADS. Caída que se mantuvo al cierre de los parqués.
Europa no puede ignorar que la seguridad tiene una importante dimensión económica. Así parece entenderlo la Comisión Europea, que en un informe publicado hace escasamente una semana asegura que en 2002, los gastos totales realizados en seguridad aérea por los entonces 15 países miembros de la UE, más Noruega, Islandia y Suiza, se situaron entre 2.500 y 3.600 millones de euros. Estos gastos fueron sufragados por los Estados (650 millones), por los aeropuertos (1.320 millones) y por las aerolíneas (entre 520 y 1.660 millones). El informe señala que en los vuelos europeos, los impuestos dedicados a seguridad y las tasas aeroportuarias representan entre el 1% y el 2% del precio del billete. La Comisión Europea concluye que la protección de los ciudadanos europeos contra los ataques terroristas es esencialmente una responsabilidad del Estado, de ahí que la financiación de las medidas de seguridad en la aviación no constituya una ayuda pública.
En Aceta pensamos que la solución a los problemas del transporte aéreo requiere una estrecha colaboración de operadores y Administraciones. Sin el concurso de todos es difícil, por no decir imposible, abordar la delicada situación de este sector, clave para la economía española. Cuando hablamos de seguridad la colaboración se torna indiscutible, se hace vital. Los costes en materia de seguridad sobrepasan los límites asumibles por las compañías aéreas, como también desbordan las fronteras de los Estados. La seguridad es una tarea de todos.