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Tribuna
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México, un país dividido en dos

El oficialista Felipe Calderón (PAN) ha sido proclamado finalmente presidente de México, al imponerse por estrecho margen al candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (PRD). El autor analiza los desafíos a los que se enfrenta su gestión, que pasan por reconciliar a un país dividido para evitar la inestabilidad

Tras cuatro días de tensa espera el Instituto Federal Electoral ha nombrado vencedor de las elecciones a la presidencia de la República de México al candidato del Partido de Acción Nacional, Felipe Calderón. Inmediatamente después, Andrés Manuel López Obrador, el líder del PDR, impugnaba el resultado de las elecciones.

El resultado de la impugnación deberá demostrar que la limpieza ha presidido el recuento. No hay que olvidar que Calderón basó su campaña en presentarse con las manos limpias en un país en el que la corrupción es una de sus principales lacras.

Calderón deberá lidiar durante el sexenio en una plaza en la que los mexicanos han dividido radicalmente sus expectativas. De un México ideológicamente centrado durante los 71 años de presidencias del PRI, la reciente campaña presidencial ha mostrado un México prácticamente divido en dos opciones, en dos conceptos de nación. Los mexicanos han tenido que elegir entre dos modelos de país, dos formas de conducir los asuntos públicos de la Republica.

El futuro presidente de la República defiende un modelo económico liberal. Durante la larga y dura campaña electoral afirmó ser el candidato de la certidumbre y la estabilidad y prometió profundizar en la libre competencia y alentar la inversión extranjera con reformas que modernicen los sectores laboral, tributario y energético. López Obrador, su opositor, defiende una economía fuertemente intervenida por el Gobierno, ya que sostiene que el empleo lo genera el Gobierno. AMLO, como lo conocen sus seguidores, es un político izquierdista, populista para unos, esperanzador para otros, los pobres que durante años han sido engañados con falsas promesas. ¡Primero los pobres!, fue su grito de guerra en la campaña electoral.

Finalmente han ganado los de arriba a los de abajo, como diría AMLO. Sin embargo, se trata de una victoria por tan sólo medio punto y con un tercer partido político en liza, el PRI, que se ha llevado algo más del 20% de los votos.

Calderón tendrá ante sí un enorme desafío: reconciliar al país, tender puentes entre todas las fuerzas políticas en un esquema inédito que impida la parálisis y la inestabilidad. Si la política es el arte de lo posible, hoy se requiere del próximo presidente de la República una capacidad de invención y creatividad como nunca antes ningún mandatario mexicano había necesitado.

El presidente electo se va a encontrar con un Congreso dividido entre los tres grandes partidos, por lo que va a necesitar de una gran habilidad para llegar a acuerdos entre todas las fuerzas políticas y sociales. Difícil será que Calderón pueda llevar adelante su programa electoral, difícilmente conseguirá que el Congreso apruebe las reformas estructurales propuestas ya que se requieren los votos a favor de dos tercios del Congreso.

Respecto al llamamiento de Felipe Calderón a la constitución de un Gobierno de unidad nacional, se trata de una propuesta extraña, con pocas posibilidades de éxito e incluso sorprendente ya que el sistema político en México es marcadamente presidencialista.

La precariedad de su victoria no sólo se manifiesta en las elecciones presidenciales sino que también se refleja en la composición en la que quedan además del Congreso, el Senado y el gobierno de la capital en donde el triunfo del candidato del PRD ha sido aplastante.

En un país en el que la desigualdad social y económica se sitúa entre las más amplias del mundo (el 10% de la población controla el 40% de la riqueza), las posibilidades de Calderón en llevar adelante las reformas estructurales, que ya intentó Fox, parecen, hoy, más bien escasas.

No obstante, una lectura positiva del resultado nos señala que la reacción inmediata de los agentes económicos ha sido muy positiva. La Bolsa de México ha reaccionado con importantes subidas a medida que se conocía la victoria de Calderón, lo que muestra la confianza del empresariado y de los inversores en el nuevo presidente. Los mexicanos, que han demostrado en la campaña un alto grado de civismo y de adaptación a la democracia, tienen ahora el derecho de exigir al presidente que no les falle, como es tradicional en las consultas presidenciales.

El mayor peligro que amenaza la democracia en América Latina es la incapacidad de los Gobiernos democráticos para hacer frente a las más importantes necesidades de sus ciudadanos.

Al final queda claro que debe evitarse por todos los medios provocar una crisis política, cuando la democracia electoral da sus primeros pasos en México, y cuando lo que debía animar a todos es precisamente la consolidación de las instituciones. Y es que en el fondo, los políticos no han estado nunca a la altura de los ciudadanos.

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