Con la garantía ETA
Hoy, cuando el presidente del Gobierno ha dado cuenta en una estancia del Congreso de los Diputados de su adelantada propuesta de iniciar las conversaciones con los etarras que vayan a desistir de la violencia, conviene reflexionar sobre algunos comunicados que han contribuido al ambiente.
En un documento titulado La izquierda abertzale y el proceso democrático, de 15 páginas, se vuelve al estribillo sobre el programa máximo de los radicales que se articula en la ensoñación de los dos ejes contradictorios de autodeterminación y territorialidad. Los aberzales, todavía subyugados por el franquismo que bordaron rojo ayer, aprovechan el documento para proclamar que 'ETA va a garantizar que se respete lo acordado entre los diferentes agentes'. Es decir, que adoptan el mismo principio enunciado por Franco en 1962 ante los ex combatientes concentrados en el cerro de Garabitas de la Casa de Campo de Madrid, escenario de durísimos combates durante la guerra civil. Entonces, deseando ofrecer una prueba de perennidad que blindara el régimen afectado de síntomas de abierta caducidad, el generalísimo dijo aquello de 'todo quedará atado y bien atado bajo la guardia fiel de nuestro Ejército'.
Es decir, que Franco, después de 30 años de permanecer encumbrado en la suma de todas las magistraturas como jefe del Estado, jefe del Gobierno, jefe del Ejército, jefe del Movimiento y después de todas las Leyes Fundamentales promulgadas -Fuero de los Españoles, Fuero del Trabajo, Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, Ley de Principios del Movimiento, Ley Orgánica del Estado- mostraba absoluta desconfianza en todo ese entramado institucional que había querido revestir de simulaciones democráticas con el recurso al referéndum.
O sea que, a la hora de ofrecer garantías a los incondicionales que exhibían la única legitimidad computable en aquel régimen, Franco las cifraba en 'la guardia fiel de nuestro Ejército'. Todas las previsiones de aquella legalidad forjada tras la sublevación de 1936 se declaraban precarias y se prefería la invocación a las armas como poder fundante del régimen. Se invertía así el orden de los factores para obtener un producto por completo alterado. El Ejército no era un instrumento para el ejercicio de la soberanía nacional, antes por el contrario tenía como misión impedir la libre expresión de la misma.
Ahora, a 40 años de distancia de semejantes aberraciones, los escribidores de la llamada izquierda aberzale reeditan semejantes aberraciones y después de dar los gritos de rigor a propósito de la autodeterminación y la territorialidad, declarar poner los sagrados principios a buen recaudo y 'confiar a ETA la garantía de que se respete lo que sea acordado entre los diferentes agentes'. Esta invocación a ETA como garantía procede de inercias mentales cuya prolongación en el tiempo resulta penosa y refleja degradación.
En definitiva, más que una garantía viene a ser una derogación, como si al 'todo por la patria se sobreentiende que vasca' se superpusiera el 'todo por las armas'. Como si las armas de ETA hubieran de recibir la misión de garantizar la sumisión de los vascos y de las vascas y del sursuncorda a los principios que los exégetas del aberzalismo vayan extrayendo del arcano de los derechos históricos, cuya edición de bolsillo tan impacientemente se espera.
Pero lo más increíble del momento que vivimos, más allá de la reiteración del programa máximo de los radicales lanzados a la invención de la historia de ignotas soberanías originales, reside en la falta de respuesta en el propio campo de las fuerzas políticas vascas. Ni el PSE, ni el PP, ni EA, ni PNV, ni Batasuna, ni Aralar, ni el PCTV han rechistado. ¿Es que aceptan el silencio de los corderos y dan por buena la garantía de ETA? Continuará.