El menguante salario mínimo
Los estadounidenses que viajan tienen fama de ser generosos con las propinas. No es que sean más amables que el resto. O que les sobre el dinero. Lo hacen por que están acostumbrados. En EE UU uno no se puede ir de un bar o restaurante sin pagar una propina del 15% al 20% de la cuenta.
Y si uno se olvida, el camarero irá a buscarle a la salida para reclamar el dinero. En los sitios muy turísticos, se añade a la cuenta bajo la rúbrica de gratuity porque los extranjeros no suelen saber que esas propinas son la parte del león del sueldo del personal y, por tanto, son cuasi obligatorias.
Es en este sector, el de la restauración sobre todo, en el que los trabajadores suelen cobrar sólo el salario mínimo, que desde 1997 es de 5,15 dólares la hora, según la norma federal. En 21 Estados se ha elevado y ciudadanos de cuatro más van a votar un alza en referéndum en noviembre (junto con la renovación parcial de las cámaras).
Y saldrá adelante porque, aunque no afecta a mucha gente (se calcula que un 3%), el 60% de los americanos ha recibido este cheque mínimo en algún momento. El 83% de la población apoya la subida.
No obstante, en Washington no se está por la labor ni de ajustarlo a la inflación. La semana pasada faltaron ocho votos para que saliera adelante la propuesta del senador demócrata Edward Kennedy de elevarlo a 7,25 dólares la hora en dos años. Algunos republicanos votaron con la minoría demócrata, pero fue insuficiente. Kennedy dice que quienes sólo cobran el mínimo ganan 10.700 dólares al año, '6.000 por debajo del umbral de la pobreza en una familia de tres'.
El salario mínimo llegó a todo EE UU en 1938. Y republicanos como Nixon, Eisenhower o Bush (padre) aprobaron subidas. En 1997, Clinton hizo la última. Desde entonces se ha erosionado el 25% de su poder adquisitivo.
Los legisladores sí han ajustado su salario. Hace unos días, la Cámara de Representantes aprobó una subida de 3.300 dólares en la retribución anual de los congresistas. Si lo aprueba el Senado, los legisladores ganarán 168.500 dólares, 31.600 más que desde 1997.
Pero el lobby de la restauración, los think tank conservadores y parte del partido de Bush abogan más por la desaparición de este mínimo, aduciendo que destruye empleo o no anima a su creación y que, además, es inflacionista, lo que afecta negativamente a quienes lo cobran. Ni Wal-Mart defiende ya esta tesis. Pero cala. Y lo hace aun cuando nadie ha refutado con datos el estudio de los profesores de Princeton David Card y Alan Krueger. En él se negaba que la subida del salario mínimo en los fast food de Nueva Jersey afectara negativamente al empleo en comparación con la vecina Pensilvania, donde no se subió.
Pero no va a haber reforma federal pronto y habrá que seguir siendo generoso con una propina que, por cierto, en muchos casos, el fisco ni huele.