Un máximo sin burbujas
La Bolsa conquistó ayer su cota más alta desde hace algo más de seis años. En realidad, los niveles actuales del índice general constituyen un máximo histórico en toda regla y los del Ibex apenas han sido superados más que en una treintena de sesiones entre febrero y marzo de 2000, cuando Terra llegó a cotizar a más de 150 euros y Telefónica subía claramente por encima de los 30. Es decir, salvo en pleno apogeo de la burbuja tecnológica, la Bolsa nunca ha conocido niveles tan altos como los actuales. La pregunta que surge ante esa comparación es inmediata: ¿estamos ante una nueva burbuja? La respuesta es claramente negativa.
Hay argumentos de sobra para defender que los máximos actuales no son flor de un día o de un mes, como en 2000. Frente a la escalada vertiginosa de hace seis años, esta vez el ascenso ha sido mucho más paulatino. Frente a las incumplidas promesas de crecimiento y la fe ciega en la nueva economía de entonces, esta vez los resultados reales alcanzan niveles récord y aumentos espectaculares. En seis años se ha pasado de venerar las pérdidas y deplorar los dividendos a exactamente lo contrario. Frente a la concentración de la subida en un grupo muy reducido de valores (los tecnológicos), el relevo de sectores (pese al predominio constructor e inmobiliario) ha funcionado bastante en la recuperación de los últimos años. De hecho, este último acelerón se ha producido pese al lastre de valores tan importantes como Repsol, Telefónica, Altadis, Fenosa, Abertis o Gas Natural, que no alcanzan siquiera un 2% de revalorización en lo que va de año.
Es cierto que hay incertidumbres y amenazas (como por ejemplo la evolución de los tipos de interés o los altos precios de las materias primas, empezando por el petróleo) y que la fiebre de opas ha avivado la llama a veces en demasía. Nadie puede garantizar que el mercado no corrija excesos y ceda algo de terreno, pero el fundamento de los nuevos niveles alcanzados es sólido. Estamos en unos máximos sin burbujas.