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Endesa libra una guerra contra el robo de energía en Río de Janeiro

La compañía se ha visto obligada a crear en Brasil una dirección específica para combatir los hurtos

En las localidades de la Bahía de Guanabara, en los suburbios de Río de Janeiro, la mayoría de las casas son austeras, carentes de comodidades básicas, pero están a la última en algo: los contadores de luz. Ampla, la filial brasileña de Endesa que abastece de energía a la región, les está instalando chips de medición electrónica, la más avanzada tecnología que sólo se usa en industrias con alto consumo de energía. Cada instalación cuesta 354 euros, para unos consumidores cuyo recibo de luz raramente supera los 20 euros. La razón de esta iniciativa inédita es frenar el robo de energía, que en algunas localidades llegaba al 60% de la distribución y que ha llevado a Ampla a invertir 180 millones de reales anuales (75 millones de euros) para combatirlo.

'Las soluciones exitosas en otros países donde está Endesa, como Chile, Colombia y Perú, no dieron resultado; tuvimos que buscar algo diferente y crear una dirección sólo dedicada a combatir el hurto', explica Carlos Ewandro Moreira, director de Relaciones Institucionales de Ampla.

Ewandro cuenta que, de los 2.200.000 clientes de la eléctrica, 600.000 roban energía, y se espera instalar el chip para todos éstos en dos años. La instalación empezó en 2004. Ya han conseguido reducir la pérdida de energía del 23,5% en 2003 al 21%. 'Cada punto porcentual que reducimos nos aporta 15 millones de reales (6,25 millones de euros), aunque lo más importante es la recuperación de mercado, porque si se permite que el robo continúe acaba dominando todo', añade. De los 7.000 empleados, 2.000 están dedicados sólo a la recuperación de mercado.

En las 80.000 casas donde ya funcionan los nuevos contadores de alta tecnología, con chip antirrobo, las pérdidas han desaparecido

La guerra contra el robo llevaba varias batallas y Ampla no había ganado ninguna. En 1996, cuando fue privatizada, las pérdidas de energía llegaban al 29,3%, entre técnicas -por las instalaciones- y comerciales -por el hurto-. La primera iniciativa fue la realizada en otros países: aislar los cables de baja tensión, donde se hacían los enganches ilegales. Pero la medida resultó inútil en Río.

La siguiente tentativa fue elevar los cables de baja tensión de la altura de seis metros a nueve metros y medio, como los cables de media tensión. Así se dificultaba el acceso y se añadía el riesgo de sufrir una descarga eléctrica.

Además, Ampla decidió encargar un estudio para conocer el motivo por el cual en estas localidades el robo era tan alto. El informe descartó una relación directa con factores económicos. En otras partes del país mucho más pobres, como en el noreste, las pérdidas de la filial de Endesa que opera allí, Coelce, sólo llegan al 3,9%. Fue la complejidad social, con variables como el grado de favelización y el número de muertes violentas, la que explicó el problema. Ampla cambió de estrategia y, en lugar de cortar la luz a quien no pagaba, comenzó actividades de inserción social, como encargarse del registro de todos los consumidores y mejorar sus instalaciones.

La combinación de medidas técnicas y sociales sirvió para reducir las pérdidas por un tiempo, pero la audacia encontró un nuevo camino para burlar el registro manipulando los contadores. Con la instalación de chips electrónicos, Ampla cree haber encontrado la solución definitiva. En las 80.000 casas donde ya funcionan las pérdidas por robo han desaparecido, aunque quién sabe si la picaresca carioca no será capaz de burlar también la tecnología más avanzada.

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