La maldición de la manzana
José Ignacio Arraiz expone con ejemplos la necesidad de tener empresas repletas de profesionales a los que les apasione su trabajo y disfruten con su cometido
José Ignacio Arraiz expone con ejemplos la necesidad de tener empresas repletas de profesionales a los que les apasione su trabajo y disfruten con su cometido
Se dice que España es el país de la pasión, y que los españoles somos uno de los pueblos más apasionados del mundo. Ponemos pasión en el flamenco, en el graderío de un estadio de fútbol, en los tendidos de una plaza de toros, pero ¿ponemos pasión en el trabajo? Todas las mañanas, al encender una emisora de radio de esas que acompañan el despertar y el trasiego de las personas hacia su trabajo, se pregunta con cierto sarcasmo, '¿es necesario madrugar tanto?', dando por sentado que ir al trabajo es una pequeña maldición divina, consecuencia en nuestra cultura de ese fatídico momento en que Eva muerde la manzana en el paraíso y Dios condena al hombre a trabajar diciendo aquello de 'ganarás el pan con el sudor de tu frente'.
¿Pasión por el trabajo o maldición divina? Con independencia de cómo viva cada uno el momento de enfrentarse cada mañana a acudir a su trabajo, lo cierto es que la pasión marca la diferencia. En general, las personas que desarrollan trabajos profesionales suelen poner más pasión por su trabajo. Médicos, periodistas, abogados, actores, profesionales liberales en general, normalmente disfrutan con su trabajo. Otros trabajadores que desarrollan trabajos más rutinarios, no relacionados directamente con profesiones, sino que están inmersos en procesos productivos o administrativos, difícilmente disfrutan trabajando. Pero la diferencia entre unos y otros, entre aquellos que disfrutan trabajando y se preocupan por el detalle y aquellos que no lo hacen, es enorme, y puede afectar al resultado de toda una organización.
La diferencia está entre los profesionales que disfrutan con su trabajo y aquellos que lo ven como un trámite
Analicemos dos ejemplos recientes que me ha tocado vivir. Uno corresponde a una empresa que se dedica a la investigación y el otro corresponde a un ejecutivo de hotel. Dos ejemplos muy diferentes, pero muy ilustrativos de lo que puede significar poner pasión en el trabajo.
En el primero, una empresa de investigación en el mundo biotecnológico, que tiene una plantilla joven, en su mayor parte proveniente del mundo universitario. Recientemente he colaborado en la realización de un estudio de clima organizativo y satisfacción del empleado en dicha organización, y el resultado ha sido espectacular.
Una empresa que tiene unos sistemas de gestión muy débiles, con una mínima capacidad directiva, con unos salarios más bien bajos, tiene a sus empleados enormemente motivados, volcados en un trabajo de investigación, dedicando los fines de semana con enorme ilusión y obteniendo unos resultados espectaculares que compiten en un panorama global con empresas mucho más potentes.
La razón es muy sencilla: las personas disfrutan haciendo su trabajo, es una vocación más que un trabajo y en ocasiones no pueden disfrutar de un fin de semana pensando que estará pasando con un experimento o con un proceso que tienen en marcha.
En el segundo, un director de un prestigioso hotel en Madrid, que recientemente ha cambiado de empresa y ha impuesto su estilo peculiar de gusto por el detalle y pasión por el cliente en su nueva empresa. No contento con dirigir, está presente en infinidad de pequeñas situaciones que se plantean cotidianamente en un hotel, desde asegurar que no se pierda una maleta hasta estar pendiente de las entradas para el teatro de un cliente extranjero que está perdido y solo en la ciudad, desde atender personalmente las reservas de los principales salones para bodas o celebraciones hasta resolver el más mínimo detalle administrativo que puede molestar a un cliente. El nivel de servicio que tiene actualmente ese hotel es posiblemente el más alto de la capital. ¿Casualidad?, no; pasión por el trabajo y gusto por el detalle.
Si de verdad somos el país de la pasión, bueno será que volquemos parte de esa pasión en el trabajo que nos ha tocado. Siempre se dice que es responsabilidad de los directivos crear un ambiente donde las personas den el máximo de sí mismas, pero cada uno tiene que poner de su parte. Ni el mejor directivo es capaz de ilusionar a alguien que se levante por las mañanas pensando que tiene que trabajar por culpa de la maldición divina, y está pensando en terminar su trabajo como sea para volcar su pasión en otras actividades. Los profesionales que en general disfrutan con su trabajo, los ejemplos que he citado sirven para ilustrar la diferencia que existe entre quienes ponen pasión y aquellos que consideran su trabajo como un trámite. Bueno será que todos busquemos el aliciente en el trabajo: España pierde cada año productividad y si queremos mejorar nuestros niveles de renta y en definitiva nuestra calidad de vida, todos debemos mejorar nuestros resultados, es decir, trabajar con pasión. De ello depende nuestro futuro.