Una operación esperada
Los pequeños accionistas de Telefónica Móviles llevaban más de cinco años esperando que sus acciones cotizasen por encima de los 11 euros que pagaron en la salida a Bolsa de la compañía. Ayer, por fin, la cotización superó ese listón, pero enseguida quedó suspendida ante la intención de Telefónica de llevar a cabo una fusión en la que ofrece cuatro acciones propias por cada cinco de las de su filial. Ese canje supone una prima negativa del 4,5% con respecto a la cotización previa a la suspensión que, eso sí, había subido ante las especulaciones sobre una oferta de la matriz.
Telefónica, por tanto, ofrece un precio menor al de la oferta pública de venta de 2000 que supuso la salida a Bolsa e inferior a la cotización de Móviles en el momento previo al anuncio. Se trata, además, de un precio a pagar en acciones y el mecanismo de integración elegido (una fusión por absorción en lugar de una oferta pública) impide a los accionistas de la filial elegir quedarse en ella. Como en el caso de Terra, los minoritarios tienen argumentos para sentirse maltratados, y eso aunque la ecuación de canje no sea objetivamente injusta en términos de valoración. Los títulos de Móviles no han cotizado casi nunca a más de 0,80 veces la acción de Telefónica -canje propuesto- y muchos analistas consideran que esa relación de precios favorece a la filial en detrimento de la matriz.
En parte se debe a eso el castigo bursátil de ayer a Telefónica, que perdió casi 600 millones de euros de capitalización. Pero tampoco ayudó el hecho de que el grupo haya sido capaz de plantear una operación así sin dar explicaciones al mercado sobre las razones que le llevan a ella, o los beneficios que conlleva. Y contradiciendo además las insistentes declaraciones anteriores sobre que no había razones ni sinergias que justificasen llevarla a cabo.
Lo cierto es que la operación tiene mucho más sentido del que la empresa ha reconocido hasta el momento. La decisión de excluir de Bolsa las filiales que en su día se sacaron al mercado no es un síntoma de esquizofrenia de los gestores del sector, sino la constatación de que los tiempos cambian y, con ellos, las estrategias adecuadas. La salida a Bolsa de Terra, TPI y Móviles fue a la vez fuente de financiación y de creación de valor, pero esa estrategia había dejado de dar frutos y dejaba más bien paso a la aparición de conflictos de intereses que, en el caso de Telefónica, podían acentuarse a raíz de la compra de O2 por la matriz. La tendencia internacional a la integración de la estructura empresarial y de la oferta comercial no sólo es innegable, sino que constituye una de las grandes fortalezas de Telefónica, que se ha convertido no ya en un campeón nacional, sino en uno mundial. En Telefónica saben que Móviles es uno de los motores de crecimiento del grupo y la integración permitirá aprovechar su potencial.
El principal problema de la operación parece, por tanto, el tiempo, manera y precio con que se ha planteado. La obligación de los gestores de Telefónica es explicar al mercado sus bondades y la de los consejeros de Móviles -en especial los independientes- exigir una mejora de las condiciones de la fusión, como en su día lograron los de Terra.