La economía de Wal-Mart
Los tópicos se quedan cortos cuando toca hablar de Wal-Mart, la mayor empresa de comercio minorista del mundo y bandera, para lo bueno y para lo malo, de esta economía del cambio de milenio. Paga mensualmente la nómina de entre 1,6 y 1,7 millones de empleados. El año pasado vendió mercancías por 285.000 millones de dólares. Tiene cuotas de mercado en Estados Unidos de entre el 15% y el 20% en segmentos como la alimentación o la juguetería.
La estrategia del llamado gigante de Bentonville no es difícil de resumir. Se basa en ofrecer los artículos a precios ostensiblemente más bajos que cualquier otro distribuidor. Para ello se aprovecha de economías de escala -sobre todo en términos de poder de compra- y se exprimen al máximo los gastos.
A causa de estas mismas particularidades, Wal-Mart lleva varios meses a la defensiva. Algunos distritos han rechazado la instalación de centros de esta compañía pese a que suponen una notable inyección de dinero y empleo. Los puestos que se generan son de muy baja remuneración -la empresa alega que, a cambio, hay más movilidad vertical que en otros empleos- y algunos estudios han denunciado que en 10 años un centro Wal-Mart destruye el 47% del pequeño comercio del área en el que se instala. Ayer la prensa estadounidense publicaba cómo la compañía defendía su política de no dar a los empleados seguro médico escudándose en la competitividad.
El efecto Wal-Mart es comparable, en otro plano, al efecto chino -la cadena de tiendas es, por cierto, el octavo socio comercial de China, por delante del Reino Unido- en su brutal efecto sobre los precios relativos. Hace las cosas más baratas, pero deja una sensación de economía jibarizada, pues si el líder no puede pagar seguro médico, ¿quién podrá hacerlo?. Para algunos economistas Wal-Mart supone algo similar a una prueba de su fe en las teorías del libre comercio, la destrucción creativa y demás.