El gran triunfo de Figueruelas
La decisión de General Motors de fabricar el nuevo Meriva en Figueruelas supone un importantísimo triunfo para la empresa, los sindicatos, el Gobierno de Aragón y el Ministerio de Industria. Todos ellos, trabajando de manera coordinada, han conseguido evitar el traslado del nuevo monovolumen a la planta polaca de Gliwice, demostrando así que la deslocalización puede combatirse con éxito a base de calidad, mejora de procesos y mayor productividad.
Fabricando el Meriva en Polonia, la multinacional se habría ahorrado unos 100 millones de euros al año gracias a los menores salarios polacos. Una brecha que Figueruelas compensará con factores como la reducción de 21 a 16 horas del tiempo necesario para fabricar cada vehículo. General Motors, al igual que cualquier otro fabricante, tiene en cuenta factores que van más allá que el coste de la mano de obra a la hora de decidir sus inversiones. Entre ellos, la importancia del mercado local, la logística, la calidad de la propia fábrica y de sus proveedores, las inversiones necesarias para lanzar el nuevo producto (en Gliwice habría sido preciso inyectar más del doble de los 160 millones previstos en Figueruelas) y las ayudas públicas. Es de celebrar que tanto los trabajadores como la propia dirección de Opel y las administraciones central y autonómica hayan sabido jugar estas bazas de manera que el Meriva se quede en Figueruelas. Una decisión que, en principio, garantiza carga de trabajo a la planta aragonesa hasta el año 2015.
En juego estaba no sólo la fabricación de este modelo sino la pervivencia de la propia factoría, con sus 8.000 empleos, y de una amplia red de proveedores que dan trabajo a otras 15.000 personas. Si el nuevo Meriva tiene éxito, Figueruelas tiene capacidad para ampliar su producción mucho más allá de los 800 coches al día previstos inicialmente. Con lo cual no sólo podrían garantizarse los empleos existentes sino, además, crearse otros nuevos. Una buena noticia, pues, para Figueruelas y un buen ejemplo a seguir.