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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Soluciones a la guerra del tabaco

La Ley del Tabaco, en vigor desde el 1 de enero, está causando tal conmoción que conviene despejar el ambiente. En primer lugar, y por restrictiva que sea para los fumadores, es innegable que ha emprendido un camino sin retorno, trillado por otros países desarrollados, que frente al pretendido derecho a fumar ante terceros establece restricciones que garantizan el derecho de cualquiera a vivir sin humos.

La amplia aceptación social del tabaco en el pasado y el elevado número de fumadores -un tercio de la población adulta- ya hacía prever una amplia contestación a la norma española, una de las más rigurosas de Europa. Pero resulta absurdo que se vea azuzada ahora en el ámbito político con anuncios como los de la Comunidad de Madrid, que prevé aprobar un reglamento que suavice el cumplimiento de la ley. Iniciativas así ponen en entredicho el consenso político con que nació la ley, en pro de la salud de los ciudadanos, y le restan credibilidad ante éstos. Sólo preservado ese consenso se debe, si es necesario, modificar el actual texto legal para eliminar las incoherencias que pueda contener.

Pero la ley ha servido también para poner sobre la mesa rigideces como el anacrónico sistema de distribución del tabaco en España. La prueba de su perversión son las quejas de un monopolio acostumbrado a aprovecharse en la práctica de la ingeniería de los stocks. La guerra de precios abierta por primera vez en la historia por Philip Morris (Marlboro) es una auténtica revolución en una industria en que la competencia se debe poner frente a conceptos como la salud pública.

El Gobierno -tras un absurdo error de votación en el Congreso el viernes- ha aprobado la tercera subida de impuestos sobre el tabaco en seis meses para desincentivar el consumo. El establecimiento de un acertado nivel mínimo de imposición (1,10 euros por cajetilla) está en el buen camino. Ese tope mínimo, requerido hace tiempo desde estas páginas, es parte de la solución. Pero las autoridades deben tener el convencimiento de que es con más información antes que con precios altos como se va a recortar el consumo de tabaco.

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