Italia 'versus' España
En su número de la semana pasada The Economist ha publicado un interesante análisis de la situación económica de Italia: 'El hombre enfermo de Europa', la califica. Ni que decir tiene, con esta afirmación, que el diagnóstico no es muy favorable.
La imagen que transmite es de una economía con escaso crecimiento, baja tasa de ocupación, costes laborales unitarios creciendo significativamente más que la media de la Unión Monetaria, escaso crecimiento de sus exportaciones de bienes y servicios, fuerte endeudamiento público, y con una estructura industrial debilitándose y un grave deterioro institucional.
El deterioro institucional empieza por el propio Gobierno, presidido por un primer ministro procesado en varias causas por asuntos de corrupción, evasión de impuestos, contabilidad falsa y financiación ilegal de partidos políticos y que, en lugar de asumir sus responsabilidades políticas, desprestigia a la Justicia, intenta cambiar las leyes para evitar su condena e indulta a antiguos colaboradores condenados por corrupción. El mensaje que reciben los italianos es claro: no os molestéis en cumplir las leyes.
Pero el deterioro institucional no se limita al comportamiento tolerado del señor Berlusconi. Italia, especialmente la del Sur, sigue impregnada del espíritu gremial que limita la competencia y reduce la actividad empresarial. La presencia del Estado y de los distintos niveles de la Administración en la vida económica sigue siendo importante. Como dice The Economist, 'los empresarios italianos tienen más éxito explotando sus contactos y consiguiendo favores de la Administración que desarrollando sus compañías y proporcionando un buen servicio a sus clientes'. Y en esta situación, 'la cultura de la búsqueda del favor y la preferencia por posiciones protegidas de monopolio frente a la competencia en el mercado no es fácil de desplazar'. Una situación adversa para la innovación y el dinamismo empresarial que no se supera fácilmente.
El final del análisis de The Economist encierra la sorpresa de aconsejar a los italianos seguir la senda de España. No sé si la evolución macroeconómica relativa y la situación institucional española justifican este consejo.
En el propio artículo se presenta un gráfico que muestra como Italia y España han ido de la mano desde el inicio del euro en el deterioro de los costes laborales unitarios respecto al resto de la Unión. Y ese deterioro se debe en buena parte al pobre comportamiento de la productividad del trabajo en ambas economías. Desde 1985 el PIB por trabajador ha evolucionado relativamente igual en ambos países: en España ha crecido muy ligeramente por encima y representa ahora un 81% del italiano. En términos de renta per cápita, sin embargo, España ha registrado un crecimiento mayor, pasando de representar un 72% de la italiana en 1985 a un 83% ahora. Pero esto último es la consecuencia del mayor crecimiento de la tasa de ocupación en España, gracias a la inmigración, el boom constructor y la buena marcha del turismo. En otro aspecto en el que nuestro país ha tenido un mejor comportamiento es el de la disciplina fiscal, que ha mejorado sensiblemente desde 1994.
Es evidente que en nuestro país no existe la perversión institucional que representa Berlusconi (aunque tampoco aquí la asunción de responsabilidades es una práctica frecuente), pero el estado de las instituciones económicas, siendo mejor, está también bastante alejado de los países más dinámicos. El diagnóstico de The Economist reproducido más arriba sobre la cultura empresarial poco propicia a la innovación sería relativamente aplicable a España.
La información proporcionada por fuentes como la Encuesta a Ejecutivos del World Economic Forum confirma que la percepción de los empresarios sobre la realidad institucional es mejor en España que en Italia, pero en ambos casos es significativamente peor que en los países más dinámicos. Por ejemplo, sólo el 41% de los ejecutivos italianos consideran que el marco jurídico y el funcionamiento de la Justicia son aceptables o buenos. En España esa proporción es del 52%, mientras que en Irlanda es del 78% y en Dinamarca del 96%. Alguna diferencia mayor entre España e Italia se manifiesta en la percepción sobre las malas prácticas de la Administración Pública.
Otras instituciones como el marco laboral o la disponibilidad de capital humano parecen actuar restrictivamente en ambos países. En la penetración de las nuevas tecnologías de la información, Italia está ligeramente más avanzada que España.
Probablemente, sin embargo, el problema para Italia no es sólo el nivel de su calidad institucional sino su gradiente. Todo parece indicar que se está produciendo un continuo deterioro, mientras que en España se mantiene relativamente baja pero no empeora. Pero no sé si esto justifica la recomendación de The Economist.