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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Adiós Greenspan, hola Bernanke

Alan Greenspan, el Maestro, ya tiene sucesor. Una vez que le confirme el Senado, el principal asesor económico del presidente George Bush, Ben Bernanke, de 51 años, ocupará la silla del todopoderoso presidente de la Reserva Federal (Fed) desde el 1 de febrero. Bush, que sentó en 2002 a Bernanke en el Comité de Mercado Abierto de la Fed, lo nombró el pasado junio presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, el mismo trampolín que le sirvió a Greenspan para presidir la Fed y un rodaje para ser el segundo hombre más poderoso de EE UU. Bush confirma su tendencia a elegir gente de su misma ideología. Pero en el currículum de Bernanke hay más méritos que conocer a Bush. Así lo han entendido los mercados, que recibieron al alza la elección del nuevo piloto de la Fed.

Es el primer paso para cerrar la larga era de 18 años de política monetaria liderada por Greenspan, que se jubila con 79 años y cuya influencia ha sido la mayor ejercida por alguien en su puesto. Llegó a la Reserva en 1987 de la mano de Ronald Reagan y durante su mandato EE UU ha vivido su expansión más larga -de marzo de 1991 a marzo de 2001- y dos suaves recesiones, mientras él luchaba contra la inflación. Su críptico lenguaje -'Si me ha entendido es que no me he explicado bien'- y sus aportaciones a la terminología económica, como la 'exuberancia irracional de los mercados' o los misterios escolásticos (conundrum) de los últimos meses, en los que la curva tipos se ha ido aplanando, son proverbiales. Pero supo convencer a los inversores de que la Fed sabe cómo contener la inflación.

Greenspan se va dejando muy alto el listón a decir de la mayoría de los economistas. Estuvo al mando de la Fed durante el crash de 1987 -cuando llevaba apenas unos meses en la institución-, durante la crisis provocada por el hedge fund Long Term Capital Management, el colapso de los mercados emergentes en 1997, los atentados terroristas de 2001 o la enronitis.

Su sucesor recoge las riendas de una política con un sistema financiero sólido, una economía flexible, y, de momento, una inflación controlada aunque el futuro se presenta con serios retos. Y entre estos, no es menor el futuro fiscal de EE UU, donde los gigantescos déficit gemelos tienen muy difícil arreglo por los inmensos gastos de la reforma sanitaria y las pensiones.

Greenspan ha ido ganando gravitas latina. No obstante su posición sobre los déficit se fue ablandando y en la primera legislatura de Bush bendijo unos gravosos recortes fiscales. Esta es una de las críticas con las que se va el Maestro. Otra es que el último estímulo monetario ha durado demasiado y ha permitido la formación de una burbuja inmobiliaria que el propio Greenspan no ha reconocido hasta hace poco. Sus críticos también aseguran que tenía que haber pinchado la burbuja de la Bolsa a finales de los noventa, algo que él ha desestimado por no estar dentro de su cometido.

Los zapatos que deja Greenspan son muy grandes y Bernanke, un académico de las mejores universidades, republicano y leal a sus padrinos, tendrá que demostrar si sabe llevarlos. Los logros de Greenspan, en plena globalización, se identifican con un discrecional estilo de controlar el riesgo. Lo malo de su legado es que nunca ha explicado verdaderamente cómo hacerlo.

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