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Tribuna
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Un problema de suministro

Consumo y cambio climático. El imparable aumento de la demanda de energía, al que se ha sumado China e India, y el impacto que ese proceso está teniendo en el medio ambiente dan más autoridad al Protocolo de Kioto, que promueve el crecimiento sostenible. ¿Qué nueva baza tiene en este contexto la energía nuclear?

El gran crecimiento de la población durante la segunda mitad del siglo XX y, sobre todo, el enorme incremento de los consumos específicos de energía que acompaña al progreso económico y social ha provocado un crecimiento exponencial de los consumos energéticos a nivel global.

El desarrollo y el progreso de grandes países emergentes como China e India junto con el mantenimiento de altas tasas de crecimiento en EE UU, contribuye también a un incremento de la demanda mundial sin precedentes, reduciéndose notablemente los excesos de capacidad de producción de las principales materias primas energéticas y generando un espectacular crecimiento de los precios que pudieran estabilizarse en niveles que suponen multiplicar por tres o cuatro veces los que teníamos hace tan sólo una década.

De otro lado, la inestabilidad geopolítica en algunas de las zonas del planeta en las que están ubicados los grandes suministradores de gas natural, produce la lógica inquietud en los grandes consumidores de energía, que necesitan estabilidad y garantía de suministros a largo plazo.

'La opción no sólo es alargar la vida de las actuales centrales nucleares, sino la puesta en marcha de otras nuevas'

La creciente preocupación por el medio ambiente y en particular por el efecto que las emisiones de los llamados gases de efecto invernadero y su posible impacto en el cambio climático de la Tierra, añade otro elemento de incertidumbre, además de gravar de forma poco equitativa los costes de la energía en su formato final.

Con independencia de los necesarios programas de ahorro energético, es evidente que el consumo de energía primaria seguirá incrementándose a nivel planetario, y por ello, al tener en consideración lo comentado más arriba, deberíamos de poner en marcha un proceso de reflexión responsable sobre la estrategia energética a nivel mundial y en particular en aquellos países que, como el nuestro, carecen de recursos energéticos primarios y que por su grado de desarrollo, están aún en proceso de incrementar su consumo total.

En este contexto, ¿cómo va a resolver España el problema del suministro a la creciente demanda de energía eléctrica, de forma limpia, segura, estable y competitiva? Tenemos que tener en cuenta que el sistema hidroeléctrico español está prácticamente agotado, con lo que sólo podremos contar con pequeños aprovechamientos, irrelevantes en el contexto global. En cuanto al carbón y el fuel, quedan prácticamente descartados por sus problemas medioambientales como tecnologías que pudieran añadir nuevas capacidades de generación al sistema, si bien, debemos de preservar las capacidades existentes en el mix actual, ya que aportan estabilidad y eficiencia económica al conjunto.

Por lo que se refiere a la energía eólica, si bien es un buen complemento en el sistema, no aporta al mismo garantía de potencia, y por ello no evita las necesarias inversiones en capacidades de generación que garanticen el suministro con independencia de las condiciones meteorológicas. Finalmente, el resto de las energías renovables (biomasa, biocombustible, solar, mareomotriz, geotérmica,...) son buenos complementos, pero, por su naturaleza y estado de la tecnología, no aportarán en el horizonte visible cantidades significativas de energía al sistema. Quedan pues, tan solo, los ciclos combinados a gas natural y la energía nuclear, como únicas tecnologías capaces de suministrar este bien esencial para una sociedad desarrollada como la nuestra.

Cabe hacer la pregunta a continuación de si es prudente ligar nuestro desarrollo futuro ad eternum a una estrategia energética que utiliza sólo el gas natural como única materia prima para garantizar la generación de la energía eléctrica del futuro. En mi opinión, esta inquietante visión, debería despertar en la sociedad un sentimiento de preocupación, que al menos provoque un proceso de análisis riguroso, sin prejuicios ni tabúes, sobre otras opciones.

La opción nuclear, como complemento en un sistema como el español, relativamente aislado por su situación geográfica de los mercado de suministro eléctrico europeo, debería contemplarse no sólo en el sentido de alargar la vida de las centrales actuales, sino (como ya lo han hecho países tan respetuosos con el medio ambiente como Finlandia) analizando la posibilidad de poner en marcha nuevas centrales. Las modernas centrales nucleares incorporan nuevas tecnologías, nuevos y más efectivos sistemas de seguridad, generan menos residuos por KWh producido y garantizan el suministro eléctrico estable, a largo plazo y a costes competitivos y con cero emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero.

Mientras tanto, eso sí, debería resolverse cuanto antes (ya existe una inteligente iniciativa de Enresa) el problema de los almacenamiento de residuos de alta actividad, y desarrollar por los poderes públicos y la sociedad civil una labor pedagógica, honesta y realista que permita a los españoles darse cuenta de que igual que el avión, a pesar de las apariencias, es el sistema de transporte colectivo más seguro, es posible que la energía nuclear, a pesar de las apariencias, sea el sistema más seguro y limpio para producir electricidad.

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